viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Navidad con abadesa preñada y fuego amigo. Óleo sobre lienzo.

Según el Diccionario de Uso del Español, el oxímoron es una figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Desde la abadesa preñada de Gonzalo de Berceo en el siglo XIII al fuego amigo de nuestros días, la vocación del oxímoron es suscitar la sorpresa, despertar nuestra curiosidad, provocar la incredulidad o la ironía, y a veces, iluminar la vida con la revelación de una paradoja oculta y maravillosa (la soledad sonora de San Juan de la Cruz). Cuando el oxímoron se tensa hasta lo imposible entra en el terreno de la contradictio in terminis, fuente de jugosos chascarrillos y malvados sarcasmos como el del sardónico Unamuno que cuando le preguntaron si había leído el último número de El pensamiento navarro, exclamó: ¿El pensamiento navarro? ¡Imposible! Tenemos un editor en la Rívoli que los colecciona, compila e incrementa en función de sus propias filias y fobias, de forma que su lista incluye además de pensamiento navarro (ya todo un clásico), derecha civilizada, izquierda unida, querido compañero, feliz navidad e incluso Microsoft Works (Microsoft funciona).


La verdad, no sabemos si a ustedes feliz navidad les parece la formulación de un deseo noble y puro o un oxímoron a una contradicción en sus términos o una fórmula hueca para despachar de una vez al jefe antes de unos días de vacaciones, porque tantas cabezas, tantos sombreros. Por nuestra parte, y desde esta modesta y apasionante aventurilla con apenas un año de vida, no podemos dejar de desearles lo mejor a los que nos leen, a los que nos ignoran, a los que inspiramos, a los que nos inspiran, a los que nos ceden sus imágenes sin saberlo, a los que ignoran nuestras invitaciones, a los que no saben lo que se pierden y a los que aún se lo están pensando. Que descansen, que sueñen y que hablen con los niños.

La Rívoli.

martes, 21 de diciembre de 2010

¡La cara, Manolo. la cara!

Un tórrido día de verano a finales de los 70. Fraga y su entonces escudero, Pío Cabanillas, en viaje oficial, hacen un alto en una cala desierta deseando darse un chapuzón. Ni don Pío ni el ministro, fatalmente predestinado a que la historia le asocie a esta prenda, tienen bañador, así que se van al agua en directa, en pelota y en la confianza de que el aislamiento y la soledad del lugar les garantizan un baño secreto y discreto. Si hubiera asomado por la playa la aleta de un tiburón, habrían sentido menos espanto que al ver aparecer, aparcar y desembarcar en la arena a un autocar del colegio de monjas del Sagrado Corazón de Placeres, provincia de Pontevedra. Pío comprendió que lo decisivo en aquel trance no era la exhibición de las vergüenzas sino la notoriedad de sus propietarios, así que ante el acto reflejo de su jefe de echar las manos a la entrepierna, con inteligente sangre fría echó a correr hacia el coche cubriéndose el rostro mientras gritaba: ¡La cara, Manolo, la cara…!

La irrupción inesperada del autocar Assange ha puesto a las cancillerías de medio mundo corriendo por la playa con el culo al aire y gritándose unos a otros: ¡La cara, Manolo, la cara! Sin embargo, en esta ocasión parece que ya es tarde. Ya sabemos que los países árabes no verían con malos ojos que Israel borrara del mapa el poder nuclear iraní; que Putin es un capo de la Bratva; que Mohammed es un sátrapa corrupto y Berlusconi, exactamente lo que parece; que todo gobierno sigue a pies juntillas el modelo de conducta que recomendaba Platón al rey-filósofo en su República: instalarse en el hábito de la hipocresía y arrogarse el derecho a comportarse como un rufián.

¿Pero está justificada tanta sensación y tanto escándalo? Bien mirado, lo sensacional de todas estas explosivas revelaciones es que son exactamente lo contrario de lo que parecen, es decir, son no-revelaciones, confirmaciones de hechos previsibles, rutinarios e incluso triviales. Y el verdadero escándalo, que la realidad sea casi exactamente como nos la imaginábamos.

Por eso no es extraño que quien pone en peligro la seguridad del mundo se parezca menos a Fumanchú que a un desvalido y angelical Tintín con un improbable historial de desenfreno y libertinaje. Hay prisa por echarle el guante. Y eso que en los papeles casi nada compromete a la diplomacia norteamericana y casi todo pone en evidencia a todas las demás. ¡La cara, Manolo, la cara! Después de tantos años y tanto programa doble de maquiavelismo y zorrería, cabe incluso dudar de que un volumen tan colosal de miserias, chismes y secreteos pueda salir a la luz sin el consentimiento o incluso la voluntad de los emisores. Lo que ya ha animado a algunos a calzarle al australiano la deliciosa teoría del tonto útil, teoría que uno, francamente, no acaba de entender. Demasiada tontería para tan poca utilidad.

Ahora bien. si desde el más remoto rincón del imperio un soldado raso, víctima de un ataque de honradez, de resentimiento o de hemorroides, puede chapotear en todas las alcantarillas de la realpolitik y vivir para contarlo urbi et orbi, es que entramos en una nueva era. Así que era cierto: con internet otro mundo es posible. Un mundo no menos canalla pero más franco y descarnado. Un mundo donde ni los espías tienen ya derecho a la intimidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ficción y realidad


La realidad a menudo nos sobrepasa y resulta casi siempre ininteligible, de ahí nuestra irrenunciable propensión al mito. La ficción, en cambio, posee con frecuencia más verosimilitud que la propia realidad. Ya lo proclamó el reciente premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, en su imprescindible colección de ensayos La verdad de las mentiras. Si bien, el autor peruano tiene a veces problemas para sortear las mentiras de la realidad, como se desprende de uno de sus últimos artículos (“Las caras del Tea Party”, El País, 24-10-2010), dedicado a la inclasificable asociación conservadora de moda en los Estados Unidos. Tras denostar como excentricidades ideológicas los postulados en moral religiosa y sexual de este hatajo de republicanos desquiciados, el escritor miraflorino cree saber distinguir lo que tiene el grupo conservador de positivo: el adelgazamiento del Estado en beneficio de la iniciativa privada.

Se trata, una vez más, de una curiosa forma de autoengaño, propiciada por la asidua costumbre de generalizar a partir de uno mismo. No debe creer el suspicaz lector que desde estas páginas se defiende el estatalismo utópico u otras formas de gobierno autoritarias, pero tampoco hay que cegarse con el hecho de que la reducción del Estado en democracias como la norteamericana o las europeas supone simple y llanamente atentar contra una distribución algo más justa de la riqueza en beneficio de los que más tienen.

Con todo, ha de reconocerse que el autor de La ciudad y los perros acierta muchas veces en sus análisis de la realidad a través de la ficción. Tal es el caso, entre los trabajos más recientes, de su magnífica novela La fiesta del Chivo, en la que radiografía minuciosamente la figura del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Es más fácil encontrar entre estas quinientas páginas de narración literaria la esencia de lo que supuso aquella tiranía de tres décadas y la posterior transición seudodemocrática de Balaguer que en los análisis de la historia, por lo común más atentos a la macrorrealidad que a los detalles intrahistóricos.

Sin embargo, en esta forma de buscar la verdad a través de la fantasía, no siempre está fino Vargas Llosa. Documentarse para escribir una novela con la intención de practicar la autopsia de lo real resulta imprescindible. Pero, en la elocución del relato, el acopio documental debe pasar inadvertido en beneficio del simulacro de la vida. Y no es así en su última entrega, El sueño del celta, novela en la que nuestro autor pretende desgranar la vida de Roger Casement, diplomático británico que dedicó denodados esfuerzos a denunciar los excesos de la industria cauchera en el Congo belga y en la región amazónica del Putumayo. Pese a las buenas intenciones del peruano por novelar la aventurera vida de este nacionalista irlandés, que terminó sus días ahorcado por el imperio británico acusado de traición, el relato no supera el catálogo de atrocidades que surge de los informes del propio personaje, no se alcanza en esta ocasión ese momento mágico en que el lector se olvida de su prosaica existencia para trascender a la realidad de la ficción.

Mas no siempre es necesario acudir a la literatura para saborear lo real, pues en no pocas ocasiones la propia realidad se novela sola o, por decirlo de manera sentenciosa, la realidad supera la ficción. Un ejemplo reciente lo encontramos en el largo y apasionado romance que vive Benedicto XVI con su prelado de honor, el sacerdote Georg Gaenswein, conocido en las revistas del corazón italianas como “il bello Giorgio”. Este apuesto cura alemán de peinado desestructurado es novio de Ratzinger desde finales del pasado siglo, cuando el entonces cardenal lo reclamó para trabajar a la verita suya en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Desde ese momento, la carrera de Gaenswein fue fulgurante. Pronto consiguió la cátedra de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia del Opus Dei en Roma, pese a que el adonis con sotana no pertenece a esta conocida prelatura. Durante el 2003, en un diáfano mensaje a los curas pederastas, Ratzinger nombró a su talludito galán asistente personal, puesto que siguió ocupando cuando el viejo inquisidor ascendió en 2005 a la silla de Pedro. Il bello Giorgio, como buen fámulo, se encarga de todo lo relacionado con el pescador de las sandalias de marca: ora filtra la correspondencia del atareado pontífice, ora compone los pliegues de su esclavina, como tuvimos ocasión de comprobar en la reciente visita papal a Santiago y Barcelona. Seguramente también debemos al abnegado amante la elegancia con que su Coqueta Santidad adorna la egregia figura: los singulares tocados, el gracioso calzado de Prada o el níveo tupecillo que desborda con delicada onda el capelo.

Como la de cualquier enamorado, la lealtad de Giorgio hacia su amado está fuera de toda discusión. Así lo demuestra la cerrada defensa que realizó sobre el polémico discurso de Ratzinger en Ratisbona, que produjo contrariedad y repulsa en los sectores islámicos y puso en entredicho el acercamiento del papa germánico a otros credos. Sin embargo, para el novio del Santo Padre, paradójicamente admirador confeso del cantante muladí Cat Stevens, el discurso “fue profético”, y añadió: “en el Islam, cuando está a cargo del Estado y de la sociedad, los derechos humanos son constantemente pateados. Los intentos de islamización de Occidente no pueden ser puestos a un lado”. Si esto no es amor, que venga Dios y lo vea.

En definitiva: ¿queda algún lugar habitable entre la ficción real y la realidad ficticia? Nos tememos que no. Sólo cabe ubicarse con suma cautela en la difícil frontera entre estas dos imposiciones, reconociendo que no todo lo que pasa sucede verdaderamente y no todo sueño resulta inalcanzable. De todas formas, si hay que elegir, siempre resulta preferible Vetusta a Oviedo, Yoknapatawpha a Ciudad Real; antes las calles embarradas de Macondo que el pulido pavimento de la Place Vendôme; las gulas en lugar de las angulas, la burbujeante Fanta mejor que el zumo pulposo de la naranja.






Mishkin dijo...
Este tipo de imputaciones viles y calumniosas contra el sucesor de Pedro serían más sólidas y divertidas con las correspondientes fuentes y fotos. ¿La Fanta mejor que el zumo de naranja? Eso no es ubicarse muy cautamente. Si al menos hubieras dicho mejor el flan de polvos que el casero... Enhorabuena por el artículo.
P.D. ¿Alguien sabe quién ha tirado a la basura el anterior comentario?

viernes, 10 de diciembre de 2010

Hemingway




Margarita me dijo me gustan tus piernas porque hablan cuando estás como ausente y hay un hipopótamo que pasea circunspecto por las calles de Pamplona. Cuando Margarita hacía este tipo de afirmaciones yo la miraba como si fuese el obispo auxiliar de la Diócesis Osma-Soria oficiando una novena a San Pancracio, es decir, como Bogart a la Herpbun antes de viajar por el África, reina. Miré mis piernas y comprobé que callaban presentes aunque Margarita adelantaba una de sus rodillas –pierna derecha- y la acercaba turgente a la rodilla de mi pierna izquierda, ambas rótulas enfrentadas bajo la barra del bar. El hipopótamo nos miraba melancólico con aires de viejo y de mar, y el sol amenazaba lluvia y frío bajo los soportales. Miré a Santiago cuando ya me temblaban las rodillas y estaba a punto de morirme en la tarde. Virtió el Pernod en la copa y añadió champán hasta conseguir el efecto adecuado de color lechoso opalescente: “Beba despacio de tres a cinco copas de este cóctel”.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Mesianismo lingüístico

"Cuenta el todavía director de la RAE que, junto a la puesta al día de la economía académica, Fernando Lázaro Carreter, antecesor e íntimo amigo suyo, le hizo otro encargo: 'Ocúpate de América'." (El país semanal, 5 de diciembre de 2010).
Hay quienes han nacido para cumplir con una alta misión y quienes hemos venido a este mundo para agradecer la orientación y guía de los que cumplen con el sagrado voto de iluminar las tinieblas de nuestra ignorancia. Seguramente ya adivinó la grandeza de su destino el joven que se reconoció en una crónica de Hora de España como el niño rescatado entre las ruinas del bombardeo en su natal Villaviciosa. Hubo de ser una señal. ¿Fue esa precoz resurrección la que le impulsó a seguir estudios de teología y a ejercer el sacerdocio? Queda para los biógrafos e historiadores la tarea futura de despejar la incógnita. Para sus fieles, solo resta la posibilidad de acercarnos reverencialmente a la figura del ilustre prócer para interpretar los sucesos que se nos revelan en la entrevista que nos brinda: ¿no recuerdan las palabras de Lázaro -"Ocúpate de América"- las de la reina Isabel la Católica a un Colón que las recibe arrodillado y presto a servir a Dios y a una España recién nacida? ¿No resuena en ellas el eco de algún Papa que, en sus últimas horas, confía a su sucesor la tarea de propagar entre los paganos esa buena nueva la primera con b alta y la segunda con b baja?
Podemos imaginarnos al entonces todavía secretario de la noble casa recibiendo sobre sus hombros tan pesada carga. Pero el esfuerzo compensa. Dispuesto a "servir al honor de la nación porque hacerlo es un honor en sí mismo" conseguirá después de tres mandatos doblar el presupuesto de la que él mismo denomina "una mediana empresa": seis millones de euros anuales, cinco millones de ejemplares de las publicaciones de la RAE vendidos en estos años en las distintas campañas de Navidad (este año nos espera la buena nueva ortográfica). Pero no nos quedemos en los fríos datos contables; porque no es ese el propósito de la Academia, el verdadero propósito es transatlántico y universal, ecuménico y conciliador, propio de hombres a quienes guía el deseo de consenso y la devoción por una lengua tan inquieta y andariega como la santa en cuya obra don Víctor, según el cronista, es una autoridad mundial. No hay por qué dilatarlo más: el objetivo es el panhispanismo lingüístico.
Nadie mejor que el protagonista de la entrevista para explicarlo: "Fui a Chile a presentar la anterior Ortografía. Fue un acto conmovedor. El salón abarrotado, banderas de Chile y España, obispos, generales, los himnos... Un ejemplo de panhispanismo". Desde la emoción de mi alma de panhispanohablante no solo rubrico sin rubor estas palabras sino que reivindico y grito desde las entrañas de Castilla, de México, de Guatemala, de toda la América hispana qué coño, ¡hermanos en el idioma, levantemos el estandarte de nuestra lengua española, más banderas, más obispos, más generales, más himnos, más garciadelaconchas!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Genialidad, anticipación y friquismo en economía. Vauban (y II)

A fin de cuentas, Vauban era ante todo un hábil tecnócrata capaz de tocar con soltura muchos palillos: ingeniería, milicia, agronomía, estrategia, cartografía, estadística, economía, urbanismo... Y su franqueza, como suele ocurrir, fue muy apreciada en la Corte hasta el preciso momento en que se atrevió a decir en voz alta lo que allí nadie quería escuchar. Mientras el siglo corría a su fin y se agrandaba la brecha entre la Francia Real  y la Francia real, más se distanciaba Vauban de una política que había olvidado "la verdadera grandeza de la patria: el bien público". Su fidelidad al Capeto empezó a tambalearse, una peligrosa deriva que se abre paso en su obra con recato y cautela exquisitas, cualidades de una mente práctica que nunca perdió de vista un principio básico: para poder pensar es necesario que la cabeza permanezca unida al resto del cuerpo.

La espantosa hambruna de 1693, que se llevó por delante dos millones de vidas, le empuja a denunciar las vejaciones y rapacerías infinitas que sufren las gentes oprimidas por el hambre y los malos impuestos y a presentar una reforma global capaz de responder al problema de la miseria. El Proyecto de capitación propone la creación de un único impuesto sobre los ingresos con independencia de su naturaleza o de su origen. Una vez más, ese noble hábito de ir por la vida de cara y por derecho permitió que los llamados a torearle se lucieran con trincherazos y naturales de antología. La idea fue bien acogida por la Corte que se apresuró a ponerla en práctica con algún lacónico ajuste que, eso sí, pervertía hasta la médula su verdadero propósito. En teoría, todo individuo sin excepción, desde un príncipe a un jornalero, quedaba sujeto al pago de entre una y dos mil libras, en función de su fortuna. En la práctica, de 200 libras en adelante no quedó excluido nadie, excepto todo el mundo. No es extraño que a Vauban se le cayeran todos los palos del sombrajo viendo su reforma prostituida y su nombre asociado a una odiosa carga más que añadir a la arbitrariedad, la confusión y la iniquidad de las ya existentes.

Pues a por todas. En 1700 vuelve a la carga con el Proyecto de un diezmo real. Ha puesto toda la carne en el asador, sin ambigüedades ni melindres. Denuncia de forma implacable la corrupción y la ineficiencia del sistema, el latrocinio de la talla y de la gabela, de los portazgos,de las décimas del clero, de la imposición sobre la sal, la persecución de las actividades productivas, la cínica dispensa para los órdenes privilegiados y propone, una vez más, un impuesto único y progresivo sobre los beneficios sin excepción alguna, incluido el rey. Dinamita pura, debía barruntarse un Vauban que ya no se hacía ilusiones, visto que lo mantuvo en la recámara siete largos años, lo saco o no lo saco. En 1707, ya retirado con todos los honores y calculando que el brillo de su carrera y su reconocimiento público conjurarían todo peligro, dio el libro a la imprenta. Calculó mal. La publicación no hizo feliz a Luis XIV que ordenó la prohibición y la quema de la obra. Su autor mereció la reprobación y la condena pública y sólo su posición y su fama le libró de dar con sus huesos, su reuma y sus papeles en la Bastilla. Enfermo, pobre y olvidado pasó sus últimos días recluído en su casa de la Rue Saint Vincent. Murió de asco el 30 de Marzo de 1707.

N.B. El Proyecto de un diezmo real fue impreso libremente en Amsterdam, Bruselas y Luxemburgo y distribuido clandestinamente en Francia donde la prohibición estimuló la curiosidad del público y la popularidad de la obra. En 1710 se publicó la primera traducción inglesa. Francia estableció por vez primera la imposición directa y progresiva sobre el beneficio en 1789. Le siguieron Inglaterra, en 1810 y Estados Unidos, en 1860. España no tuvo un esbozo de impuesto sobre la renta hasta 1943. Marruecos, hasta 1989.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Genialidad, anticipación y friquismo en Economía. Vauban(I)

No importa el arte, la ciencia o la palabra. Lo genial es saber ver donde todos miran, descubrir polifonía donde otros oyen ruido o ser capaz de concebir el bosque sin salir de los árboles. Sólo al genio le está reservada la epifanía de descorrer el velo de una verdad esquiva, simple y maravillosa. La anticipación es casi siempre un drama, sobre todo para el visionario: El de la fuerza de la razón abriéndose paso en la maraña de prejuicios, inercias e intereses que conforman cualquier paradigma dominante que se precie -y los económicos se precian muchísimo. El friquismo, entendido como una pasión excéntrica y obsesionante, la salsa de todos los guisos. Cuidado con las falsas sinonimias. Nótese que la rara avis del genio es con frecuencia (hay excepciones confortables y enormes) un perfecto incomprendido; los incomprendidos, que son legión, son casi siempre unos perfectos imbéciles egocéntricos, lobotomizados y asociales que se reproducen por esporas.

Una selección de tal calibre sólo puede ser anárquica, intemporal y caprichosa. Quiero exhumar a los olvidados, a los mártires y a los granujas de la fosa común de la historia del pensamiento y la acción económica. No es fácil dilucidar en qué medida y proporción sus luminosas vidas participan en la condición de genio, de visionario o de excéntrico, pero hay algo que todos sin excepción comparten: Su apasionada lucidez y su talento merecerían un panegirista más fogoso y mejor dotado que yo.

Nada en el retrato de Sebastian de Vauban revela que estemos ante un espítiru en ebullición permanente y abocado a una actividad frenética e incluso volcánica. Sólo un rostro envuelto en una peluca, una media sonrisa desengañada y plácida y un mirar lejano, fatigoso y azul. Le Brun, pintor de cámara de Luis XIV, no ha pasado por alto la cicatriz sobre la mejilla izquierda que un Vauban ya entrado en años luce con sereno orgullo, el orgullo con que otros lucen una renta de diez mil libras o un toisón de oro en el pecho.

La cicatriz, un recuerdo del sitio de Douai, apenas es una anécdota en una brillante carrera como ingeniero militar e inspector de obras y fortificaciones. Su competencia y autoridad en el sutil y bárbaro arte de la poliorcética puede rastrearse por las fortalezas de media Europa, especialmente en esas estructuras con forma de estrella que podemos apreciar en Figueras, Pamplona, Cádiz o el Pentágono. Su poderoso influjo en el ejército francés llegará hasta el siglo XX y en su fe, siempre desmedida y a veces un poco cómica, en las fortificaciones ciclópeas sin estrenar al estilo de la Línea Maginot.

En su obligado nomadismo profesional, Vauban recorrió los dulces campos de Francia como un poseso. Observador curioso, crítico y desprejuiciado, consignaba en sus diarios de forma perfectamente minuciosa y notarial todo lo que iba viendo, y lo que iba viendo no le gustaba nada. La señora Anne Blanchard, que ha estudiado con detalle sus oceánicos cuadernos de viaje, estima que en sus andanzas por el hexágono recorrió 180.000 km., una media de 3170 km. al año durante sus 57 de servicio, a pie o a caballo, en burro o en una especie de parihuelas de su propia invención que le permitían viajar tumbado por toda clase de terrenos sin sufrir el tormento de las ruedas.

Así, sorbiendo datos como una esponja y juntando números como un contable, empezó a perjeñar en opúsculos y memoriales un collage desolador del lastimoso estado de las provincias del reino sumidas en la miseria, el hambre, el asco y la tristeza, que Vauban atribuía a la indiferencia de sus pares, a la iniquidad de los tributos y a la incompetencia, la corrupción y el desprecio de los servidores públicos.

Pero Vauban era directo, noble y,como diríamos aquí, un poco baturro: Si tengo la verdad de mi lado, no os temo a vos, ni al rey ni a la humanidad entera. Prefiero la verdad, aunque sea ruda, a una cobarde complacencia que sólo serviría para engañaros a vos y deshonrarme a mí. Estoy sobre el terreno; veo las cosas con juicio y es mi obligación conocerlas. Sé cuál es mi deber a cuyas reglas me atengo con todo escrúpulo. Tened a bien, os lo ruego, que con el respeto que os debo exponga libremente mis opiniones. Mala condición para moverse entre los velos de intrigas, hopalandas y sutilezas de la Corte del Rey Sol. Declaraciones como esta prefiguraban de forma nítida los tristes pasos de su caída y ruina.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Analectas

Borges:

No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo —cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad final es aún más notoria. El Quijote —me dijo Menard— fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor.


Raúl González Salinero:

Cirilo Ecistópolis, célebre monje palestino del siglo VI, cuenta en su Vita sabae que, en un momento de acuciante tentación, un monje de la comunidad dirigida por este santo tomó la drástica decisión de automutilarse los genitales de manera sanguinaria con una piedra afilada.


Anónimo:

Para triunfar en la vida es preciso creer en algo, o sea, hay que estar profundamente equivocado.


Rafael Sánchez Ferlosio:

Nadie tan ferozmente peligroso como el justo cargado de razón.


Borges (un palíndromo):

Sapos, oíd, el rey ayer le dio sopas.


Miguel Núñez (fundador del Partit Socialista Unificat de Catalunya):

En la cárcel de Ocaña había un cura (capellán del presidio) que participaba en las palizas a los presos y gustaba de dar el tiro de gracia tras las ejecuciones. El poeta Miguel Hernández lo retrato en sus versos:

La luna lo veía y se tapaba
por no fijar su mirada
en el libro, en la cruz
y en la
Star ya descargada.
Más negro que la noche
menos negro que su alma
cura verdugo de Ocaña.


Proust:

Del verdadero fruto del arte se alimenta la sociedad aun sin saberlo y proclamar el carácter ético de las propias motivaciones creadoras es equipararse al fariseo que loa su propia sinceridad; convencido de que, al igual que la autentica buena acción, el verdadero arte es ético sin proclamarlo.

Carmen Negrín:

Fue en España donde los hombres aprendieron que es posible tener razón y aun así sufrir la derrota. Que la fuerza puede vencer al espíritu y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa. Esto es sin duda lo que explica por qué tantos hombres en el mundo consideran el drama español como su drama personal.


Fernando Fernán Gómez:

Las hijas de la marquesa
hablan inglés y beben ginebra;
qué cortos son los días
y qué largas son sus piernas.

Madre, yo quiero ser un señorito,
aunque sea de Palencia.


Bernd Schuster:

Yo soy muy humilde; si no, no habría podido llegar a ser tan grande.


Anne Sexton:

Un escritor es alguien que con unos muebles hace un árbol.


Madame du Deffand:

¿Aprender a bien morir? ¡Que capricho! Yo a todo el mundo le he visto hacerlo a la primera y perfectamente.


Cesar Molinas:

Nuestras guerras (las de España) en los últimos dos siglos han sido guerras civiles, que son divisivas en vez de cohesivas. Francia, por ejemplo, se ha hecho francesa matando alemanes. España se ha hecho española matando a los españoles.


Gregory Hause:

Si no fuera por Newton todos flotaríamos por el techo.

La religión no es el opio del pueblo; la religión es el placebo del pueblo.


Faulkner (mucho antes de descubrirse la figura del “fumador pasivo”):

Los no fumadores pierden una de las experiencias más gratas de la vida para un hombre sensible: el conocimiento de estar sucumbiendo a un vicio que sólo lo puede dañar a él.


Francisco Ferrer Guardia:

Deseo que en ninguna ocasión ni próxima ni lejana, ni por uno ni otro motivo, haya manifestaciones de carácter religioso o político ante los restos míos, porque considero que el tiempo que se emplea ocupándose de los muertos sería mejor dedicarlo a mejorar la condición en que viven los vivos, teniendo gran necesidad de ello casi todos los hombres.


José Luis Montes (exdirectivo de Epson y Xeros):

No hay mayor fracaso que fijar objetivos equivocados y conseguirlos.


Winston Churchill:

Debo hacer constar que mi regla de vida prescribe como un rito absolutamente sagrado fumar cigarros y beber alcohol antes, después y si es necesario durante las comidas y en los intervalos entre ellas.


Enrique Vila-Matas:

Siempre me he forzado a la contradicción para evitar conformarme con mi propio gusto.


Saramago:

La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios: ni él nos entiende a nosotros, ni nosotros lo entendemos a él.


Swedenborg:

El fin del mundo ya ha tenido lugar: estamos todos muertos.


Ángel González:

Yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;…


Sidi Oul Sidina (dirigente de Al Qaeda en el Magreg Islamico):

Yo no soy una persona, yo soy un arma. No habléis conmigo. Disparo cuando me lo ordenan.


Andre Maurois:

Hay que tratar las catástrofes como molestias y jamás las molestias como catástrofes.


Juan Goytisolo:

Valen menos cien pájaros en mano que el que, para nuestra delicia y tormento, vuela y revuela en la invisible ligereza del aire.


Stendhal:

El pastor intenta convencer siempre al rebaño de que los intereses de las ovejas y los suyos coinciden.


Manuel Vicent:

En el fondo, el Estado sólo es una organización, cada día más costosa y compleja, para que los pobres no maten a los ricos.


Pío Baroja:

El instinto no yerra nunca; acierte o falle, es lo mismo: cuando acierta, acierta dos veces; cuando falla, también acierta.


Wittgenstein:

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. Yo soy mi mundo, por lo que "yo" no es otra cosa que mi lenguaje.


Manuel Delgado:

La violencia es un acto de comunicación. Los actos violentos tienen el mismo valor simbólico que las palabras o las monedas.


Alejandro Martínez-Abraín:

Somos una especie de reciente aparición, con sólo unos 200.000 años de historia a nuestras espaldas, y gracias a nuestra extraordinaria sapiencia nos las hemos ingeniado para poner en jaque a la diversidad biológica del planeta entero, que representa una historia acumulada, única e irrepetible, de miles de millones de años. No está mal para lo que fue una pequeña población marginal de primates bajados a la fuerza de los árboles de una selva tropical que se desvaneció por causas naturales hace "cuatro días" en África oriental.
Parece que, después de todo, ser tan inteligentes no resulta adaptativo a largo plazo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Analectas

Kafka:
De forma “esencial” tampoco hay ilimitadas posibilidades para la vida. Todo lo que nos rige e influye, cualquier acto que realicemos, se produce dentro de unos límites que nos constriñen. Sólo imaginar que la libertad es un mito invita al desánimo o al combate. Y la única lucha posible es la negación: de la literatura; de la vida.

Pessoa:
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.

A. Machado:
Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculo que la hipocresía y la timidez. Esta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan.

Borges:
Los caracteres alegóricos ocupan un lugar intermedio entre las realidades absolutas de la vida humana y las puras abstracciones del entendimiento lógico. (…)En efecto, ¿qué son los prodigios de Wells o de Edgar Allan Poe —una flor que nos llega del porvenir, un muerto sometido a la hipnosis— confrontados con la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del tiempo?¿Qué es la piedra Jezoar ante la armonía preestablecida, quién es el unicornio ante la Trinidad, quién es Lucio Apuleyo ante los multiplicadores de Buddhas del Gran Vehículo, qué son todas las noches de Shahrazad junto a un argumento de Berkeley? He venerado la gradual invención de Dios; también el Infierno y el Cielo (una remuneración inmortal, un castigo inmortal) son admirables y curiosos designios de la imaginación de los hombres.

Beckett:
El estilo es pura vanidad: una corbata de lazo sobre un cáncer de laringe.

Jesús Pardo:
El destino guía a los dóciles, a los reacios les empuja.

De Quincey:
Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.

Natterson:
¿Por qué perder el tiempo aprendiendo si la ignorancia es instantánea?

Navokov:
La realidad debería ir siempre entre comillas.

Juan Goytisolo:
Prefiero equivocarme por mi cuenta que tener razón por consigna.

Silvina Ocampo:
Borges tiene corazón de alcancil. Ama a las mujeres hermosas, en especial si son feas, porque entonces puede inventarles la cara con mayor comodidad.

Hanse:
Nada significa nada: todo son lemas, perogrulladas y gilipolleces.

Santiago Ramón y Cajal:
El ojo no ve en las cosas más que lo que está en su espíritu.

Virginia Woolf:
La esencia del esnobismo estriba en el deseo de impresionar a la gente. El esnob es un ser aturdido y de escasa capacidad mental, tan poco contento de sí mismo que, a fin de consolidad su personalidad, no hace más que pasar un título o algo que suponga un honor por la cara del prójimo a fin de que el prójimo le crea y ayude al esnob a creer lo que realmente no cree.

Negro Black:
Siempre cuesta interpretar a un poeta metafísico: pura espeleología, pues al precipicio que ofrece una idea se han de sumar los abismos sucesivos de las palabras empleadas para expresarla. Símbolos de símbolos, emblemas y alegorías pergeñados repetitivamente para representar un mundo ajeno e incomprensible.

martes, 29 de junio de 2010

Nuevas noticias sobre Machaquito de Hamburgo

A raíz de la interesante nota de Montenegro sobre la misteriosa y tantálica figura de Machaquito de Hamburgo, inicié algunas pesquisas que, lejos de aportar luz, ensombrecen aún más la escurridiza biografía de este singular matador de toros. No me resisto, sin embargo, a compartir mis “hallazgos” con los curiosos lectores de La Rivoli.
En 1937, Teágenes Sierra Salcedo, a la sazón crítico taurino del Mercurio de Aguascalientes, publicó su célebre libro de memorias Desde la barrera, donde da cuenta de las múltiples experiencias acumuladas durante más de tres décadas de dedicación a los toros como aficionado y periodista en todas las plazas de México. En el capítulo IV, dedicado íntegramente a Juan Belmonte, se refiere en varias ocasiones a un matador de toros conocido como el Rubio que, “aunque llegado desde España, no era gachupín y, en honor a su apodo, lucía un pelo amarillo como el oro del Rhin”. Poco se entretiene don Teágenes en el toreo del Rubio: “buen capoteador y templado con la muleta, estropeó muchas tardes por su torpe manejo del estoque”. En 1925, el cronista dice encontrarlo por casualidad en Querétaro: “de casa en casa vendía paños y bordados, para mantenerse mientras se recuperaba de una cornada”. Este detalle, con ser poco, ilustra el escaso éxito del matador en las plazas mexicanas. Más curiosa resulta la evocación de una fiesta en Ciudad de México para agasajar a Juan Belmonte después de una tarde memorable en la Monumental. El diestro de Triana acudió a la cita en compañía del Rubio y, en palabras de Sierra, ambos protagonizaron el acontecimiento de la velada:
“Hacia la media noche, cuando ya se había trasegado generosamente el tequila, el malicioso Ramiro Monje, por entonces subsecretario del ministro de la Gobernación, retó a los toreros españoles al juego de la ruleta rusa, para que demostraran su gallardía fuera del ruedo. El propio Monje inició el lance: vació el tambor de su revólver sobre una mesa, cogió un cartucho, lo introdujo de nuevo en el tambor y lo hizo girar. Ante el estupor de los invitados se colocó el cañón en la sien y, sin perder la sonrisa bobalicona que le adornaba, miró a Belmonte y disparó. Los presentes suspiraron con alivio al oír el sonido metálico del perrillo y no la detonación temida. Después, Monje hizo girar de nuevo el tambor y le ofreció el revólver a Belmonte, quien lo rechazó por preferir usar el suyo, que siempre llevaba encima. Serio, el matador repitió la operación ante el espeso silencio de la sala, respiró hondo y disparó con idéntico resultado. Cuando llegó el turno del Rubio, aceptó el revólver de Monje, tomó otro cartucho de la mesa y, dirigiéndose al retador, dijo:
—Subamos la apuesta, señor, ¿le parece doble o nada?
Alojó el segundo cartucho en el seno diametralmente opuesto al que ya estaba relleno, montó el arma y con serenidad temeraria apretó el gatillo sin parpadear. Tampoco hubo disparo.
Atónito, el público aplaudió con entusiasmo y emocionado gritaba: “torero, torero”.
Ramiro Monje, a quien tocaba responder, levantó solemne su copa y brindó con deportividad:
—Viva España y vivan los toreros valientes.
— ¡Y que viva México! —añadió el Rubio.”

¿Sería el Rubio de este episodio Machaquito de Hamburgo? Resulta imposible asegurarlo a la luz de estos datos. Sin embargo, otros indicios avalarían dicha hipótesis. Según el Almanaque ilustrado de “El Siglo”, correspondiente al año 1922, Machaquito de Hamburgo debutó en una corrida con caballos en la plaza del Puerto de Santa María el 26 de agosto del citado año. El segundo novillo lo brindó a la cantaora Dolores Fuertes, la Poncia, de quien se dice que Lorca tomó prestado el nombre para el homónimo personaje de La casa de Bernarda Alba. Al parecer, la faena del brindis no pasó de aseada, pero bien pudo proporcionar otros réditos: no es difícil imaginar un romance entre el apuesto novillero teutón y la tonadillera, como se desprende de la coplilla que la hizo famosa:

El morenito, madre,
está loquito por mí;
yo prefiero al rubito,
el rubio me hace tilín.


Como se sabe, cuando dejó los tablaos, la cantaora se retiró a Carmona donde abrió una fonda que le permitió vivir con holgura. También triunfó la Poncia en el negocio de la hostelería gracias a la buena maña que se daba en los fogones. Sus guisos alcanzaron cierto renombre entre los viajantes de comercio, sobre todo los filetes rusos encebollados o en salsa de tomate, vianda por aquel entonces exótica. De hecho, el gentilicio de los filetes, como ocurre con la ensaladilla, era a comienzos del siglo XX sinónimo de "raro" o "extraño". Estas conocidas tortas de carne picada, aderezadas y fritas, son las mismas que en los Estados Unidos de América se popularizaron en aquel tiempo con el nombre de hamburguesas. ¿Puede ser esto fruto de la casualidad?

lunes, 31 de mayo de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

Machaquito







Machaquito de Hamburgo fue un matador de novillos alemán, de quien se tuvo noticia por su actuación en Xochimilco (departamento federal de Méjico), el 13 de marzo de 1927. Aunque se dio buena traza, no sabemos que persistiera en su idea de ser torero.
Esta breve nota en el Cossío no menciona nombre ni apellidos de quien, según se dice, siempre los ocultó porque quiso ser conocido sólo por el apodo con el que se anunció en su corta carrera como novillero. Había llegado a España en 1920 y casi de inmediato había caído fascinado por el que a sus ojos era un país hospitalario y cálido, en el que la mugre y las moscas no conseguían reprimir la alegría y la gracia de un pueblo vivo, chispeante y a la vez profundo, apasionado y asceta. Debía de ser un hombre leído y de alguna cultura, como se desprende de la lectura de las notas dispersas que han llegado a nosotros y que estaban en manos de quien fuera su apoderado. No parecen los apuntes de un viajero, sino los de alguien decidido a querer ser español y específicamente andaluz. Al futuro Machaquito le fascinaba, por ejemplo, la actitud de los españoles ante un problema transcendental como la muerte. En una de sus notas, fechada en 1921, comenta la emoción que le causó la lectura de unos versos de Miguel de Unamuno en los que se refería de manera agónica a “este buitre voraz de ceño torvo que me devora las entrañas fiero”. Esa misma noche, en una taberna de La Carolina (ya había traspasado Despeñaperros en busca de su tierra prometida) escuchó a un parroquiano entonar esta copla:

Cuando me pongo a pensar
que me tengo que morir
yo tiro una manta al suelo
y me jarto de dormir.

No le quedó ninguna duda. Había que acudir allí donde había sido posible la conjunción de la sombra y la luz, de la angustia y el oropel, del cáliz y el palo cortado, de la tragedia y la vida: Andalucía.
Cuando llegó a Granada, ya había sucumbido por completo a la “quincalla meridional” de la que años más tarde hablaría nuestro más renombrado filósofo en un artículo publicado en El Sol. Se sabe poco de su etapa granadina, aunque su presencia no pasó inadvertida. En The Art of Flamenco, publicado por Donn Pohren en 1963, se recogen algunos recuerdos del cantaor Manolo Caracol. Al repasar su vida, de pronto lo vemos a los doce años, participando en el Concurso Nacional de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 con el nombre de “el Niño de Caracol”. Ganó el primer premio (mil pesetas y un diploma acreditativo), ex aequo con Diego Bermúdez, “Tenazas de Morón”, que era ya un anciano. Cuenta Manolo Caracol que en la Plaza de los Aljibes había un público extraño, que luego supo compuesto por pintores, poetas periodistas y pocos cantaores: “Hasta había un alemán con aire de chico grande que se acercó a saludarme”.
A partir de este punto se pierde la pista de Machaquito. Parece improbable que la familia del niño cantaor, en la que figuraban también toreros de la saga de Enrique Ortega el Gordo, terminara por amparar a tan raro admirador y hasta quién sabe si, entre sorprendidos y divertidos, lo iniciaran en su conversión andalusí.
De los años andaluces de Machaquito sólo queda un misterio y un apunte: en un artículo publicado por el musicólogo Arcadio Larrea titulado “La copla andaluza”, al que hacen referencia el poeta Ricardo Molina y el cantaor Antonio Mairena en su libro Mundo y formas del cante flamenco, se recoge una taranta que dicen magistralmente cantada por Pastora Pavón “Niña de los Peines”:

Del agua que no descansa
ha aprendío el molinero
el gozo del caminar,
y yo caminar no quiero,
que solo quiero llorar.


¿Es fruto de la casualidad que esta copla recuerde tan evidentemente el primer lied del ciclo “Die Schöne Mullerin” de Schubert? Lo compuso en 1823 con poemas de Wilhelm Müller, y lo tituló “Das Wandern”. Sus versos no dejan lugar a dudas:

Das Wandern ist des Müllers Lust,
Das Wandern!
Das muß ein schlechter Müller sein,
Dem niemals fiel das Wandern ein,
Das Wandern.

Vom Wasser haben wir's gelernt,
Vom Wasser!
Das hat nicht Rast bei Tag und Nacht,
Ist stets auf Wanderschaft bedacht,
Das Wasser.


Para quien escribe estas líneas, que recibiría agradecido cualquier información sobre nuestro personaje, la solución a esta enigmática coincidencia solo tiene un nombre: Machaquito de Hamburgo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Que viene la tramontana.

Para lo que se estila en mi tierra, me confieso un simple aficionado a la previsión meteorológica. Me cuesta distinguir el mestral del gregal, los mil matices del azul del mar no me aclaran nada y las formas que adquieren las nubes en el momento del crepúsculo se me antojan tan finas y tan delicadas como caprichosas, volubles y carentes de significado. Sin embargo, la comarca produce una floración asombrosa de meteorólogos aficionados, sujetos que atesoran una sabiduría milenaria y que pueden leer a libro abierto en el filo de un cirro, individuos a quienes un leve susurro de brisa les habla en román paladino, personas que formulan pronósticos rotundos que no conviene tomar siempre al pie de la letra. No se me interprete mal. No quiero decir con esto que estas previsiones sean completamente ilusorias o que carezcan de fundamento. Ocurre que esta sabiduría, como cualquier ciencia empírica, es algo ingobernable, correoso, siempre dispuesto a irse de las manos y a dejar en mal lugar al catavientos más fino.

Por la tarde vienen los tíos. En la terraza, mientras la tarde declina lentamente y el crepúsculo pone los últimos relumbres de fragua sobre la bahía, la conversación decae por momentos. Mi tío guarda silencio pero le noto inquieto, hipersensible, mientras escudriña el universo como si buscase algo. De repente, como alertado por un soplo de brisa, se levanta, se acerca a la barandilla y arruga el ceño con la atención de un perro sabueso que acecha una presa invisible. En un tono de alarma que me parece desproporcionado, le oigo exclamar: “¡Mira, mira!”, y señala un lejano rizarse del agua en el mar, el flamear de unas ropa tendida, y después, como si hubiese reunido ya todas las evidencias que necesitaba, vuelve a sentarse con una serenidad estoica: “Otra vez la tramontana”. Después con un tono lúgubre, con una especie de pesimismo triunfal, remacha: “Ya la tenemos encima. Esta noche volverá a soplar”. Y lo cierto es que que no se ha movido ni una hoja, la noche ha estado encalmada y ha amanecido un día completamente sereno.

Sería una ingenuidad por mi parte pretender añadir algo sobre la tramontana. Es el viento más transitado del país, desde las tesis de los psiquiatras a los juegos florales pasando por el inevitable Dalí y por los escritores ampurdaneses. Pero la cosa no acaba ahí. Ni mucho menos. La tramontana es la obsesión local. Es difícil asistir a una conversación en la que no acabe saliendo a relucir la tramontana. La tramontana por aquí, la tramontana por allá y siempre esa frase –pronúnciese con una pizca de perplejidad y de melancolía- inevitable: De tota manera, ja no n´hi ha tramontanades com aquelles d'avans. Una frase que se escucha en las ramblas del Ampurdán desde la época en que empezaban a ponerse en pie los primeros menhires.

La tramontana, hay que reconocerlo, tiene mucha personalidad, lo que justifica en parte otra consecuencia fatal: La personificación animista con la que se habla de ella. Al atardecer, la tramontana va muriendo. ¡Cuidado!, si no queda completamente muerta, se alzará otra vez de sus cenizas con una furia renovada. Para cualquiera que haya pasado la experiencia de una noche a su merced esto no tiene nada de particular. Habría que ser un cyborg para sustraerse a la idea de haber caído en las garras de una bestia desaforada y diabólica que aúlla y vocifera, que gime y que llora, mientras las tablas de las persianas saltan, los objetos brincan y vuelan, la estructura de las casas cruje y los nervios se van tensando como cuerdas de violín.

¿Cuando viene la tramontana? Teorías hay muchas. El señor Bonaterra examinará las cintas sonrosadas que pintan sobre el horizonte los rayos del sol poniente. El señor Solá, las bandas de azul oscuro y turbio que parten por medio la superficie del mar. El señor Llach, la forma y la disposición de las nubes lejanas. Pero el argumento definitivo, inapelable, lo proporciona el señor Vinyes:

-Sí, esto es muy difícil pero una cosa es segura, y no se lo digas a nadie: Si sales a la calle y empieza a soplar viento fuerte, racheado, de componente norte, entonces, noi, es que hay tramontana.

domingo, 18 de abril de 2010

Diapositivas

Cuando era más joven dedicaba las vacaciones a viajar de mochilero por el estrecho mundo. Llevaba una cámara de fotos e hice varias miles de diapositivas de los lugares por los que fui. Curiosamente nunca tuve proyector.

Ahora, años después, me he encontrado dos cajas llenas de diapositivas que hacía tiempo guardé para nunca más sacar, aunque me he propuesto volverlas a la vida. He comprado un escáner de diapositivas y paciente me he dedicado a la tarea.

No todos los tiempos pasados fueron mejores, al menos para los encuadres: ¿cómo pude hacer esas fotos tan anodinas, cómo esos contraluces? Eso ya no lo puedo cambiar pero ¿por qué me tomo la molestia de escanearlas si la mayoría no merecen la pena? Supongo que porque alguna vez las quise, como Neruda.

La naturaleza está bien dotada. En la vejez llega un momento que sólo nos apetece dormir y que pasen los días sin pena ni gloria. Luego estamos ya cansados de la rutina y de los pequeños o grandes inconvenientes de la edad y de la situación, y entonces ya nos da igual y nos vamos en quince días. Todo esto ocurre después de abrir un armario y encontrarnos una caja de galletas llena de fotos antiguas, de paisajes y personas que ya no están y que pensamos que nos esperan al otro lado. Y a lo peor ni tan siquiera nunca tuvimos cámara.

(Del Dietario de Lugar Fundamental)

miércoles, 14 de abril de 2010

La mano del Diablo.



Hollywood siempre supo explotar con habilidad el mito del combate desigual y épico entre un honesto pobre diablo y un stablishment omnipotente y corrupto. Si el pobre diablo es negro y además y por ventura, presidente de los Estados Unidos, la performance se convierte en algo literalmente sensacional e incluso, si ustedes me lo permiten, enternecedor. A la banca no le gusta Obama y a los votantes no le gustan ya ni la banca ni Obama. Los votantes pierden su empleo, Obama pierde elecciones y la banca siempre gana. Algo habrá que hacer, aunque sea desde la concavidad del proscenio y a la luz de las candilejas.

Pero no parece posible a estas alturas atar corto a las todopoderosas taifas financieras ni queriendo. Jamás dejaremos de ser rehenes de unos bancos demasiado grandes para someterse.

Repasar la atribulada historia de la banca en Norteamérica es asistir a un copioso capítulo de la Historia Universal de la infamia. Atomizado, caótico, y siempre aquejado de inestabilidad crónica, el sistema financiero de aquel país ha dejado durante siglos un reguero interminable de pánicos, quiebras y bancarrotas. Estos desastres se han venido sucediendo casi sin interrupción y con una frecuencia que hoy nos parecería asombrosa, desde finales del siglo XVIII. Y sin embargo, aquí estamos. Tragedias microeconómicas aparte, la extinción de las entidades fracasadas proporcionaba nuevo alimento para las eficientes y para las nuevas, propiciando el mecanismo de la pudrición creativa tan caro a la ideología liberal. Ahora bien, no cabe duda de que en este proceso el pagano de última instancia era siempre el arruinado depositante. Era inevitable que más pronto o más tarde el Estado tomara cartas en el asunto estableciendo unas mínimas y balbucientes regulaciones en forma de garantías, colaterales y reservas. ¿Qué son las reservas? Las reservas son una porción de los depósitos indisponible. Decirle a un banquero que no puede mover el dinero es como regalarle una piruleta a un niño y prohibirle que se la coma. Algunos bancos empezaron a asociarse a hurtadillas para ir a pachas en el coeficiente de caja. Traspasaban el mismo oro de una entidad a otra según el inspector del Estado iba haciendo su ronda. Se dice que en alguna ocasión el arcón con el oro contenía una fina capa de monedas sobre una espesa cama de clavos y tachuelas. Yes, we can.

Como es lógico, la cosa solía acabar mal y todo volvía a comenzar con los impositores arruinados, algún disparo en la sien y las firmas inviables despedazadas y deglutidas por las supervivientes. ¿Está hoy la banca norteamericana más intervenida que entonces? Quizá no, pero seguro que es mucho más grande. De hecho hemos creado el cártel más poderoso del mundo, un Leviathan con depositantes en prenda, mercados esclavos y autoridades cautivas. Puede ser la mano de Dios o la mano del Diablo. Su poder es el de apuntalar o tumbar bolsas, sectores y países ad libitum y conveniencia de parte. Su coartada, la supervivencia del sistema financiero. Como si fuera inconcebible un sistema financiero sin Citigroup o Bank of America, una FED sin Bernanke o un Ibex sin Terra. El tan desafortunado “No habrá otro Lehman Brothers” quizá fue el punto de no retorno, la última oportunidad del Estado para poner pie en pared, garantizar los depósitos, liquidar los activos y depurar responsabilidades.

Mientras la clase media es víctima de un darwinismo implacable y despiadado, James Stewart Obama pronuncia patéticas monsergas que contribuyen a poner de manifiesto su propia impotencia y la insostenible obscenidad y asimetría de la patraña neoliberal. Con la que está cayendo de nuevo, a ver quién le tose ahora a Wall Street.
La vida es linda, pibe.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Miente la República Helénica y la de Platón.

No me parece anecdótico que sea precisamente Grecia la que ha abierto la caja de Pandora de las manipulación de las cuentas públicas. Ya sabemos que la falsedad es una herramienta más en la consecución de la felicidad nacional. Los precedentes teóricos se remontan, precisamente, a la Grecia Clásica. Basta con echar un vistazo a La República de Platón, esa utopía desquiciada donde van de la mano lo peor de eso que hoy llamamos comunismo y lo más execrable de eso que llamamos iniciativa privada, utopía que parece haberse materializado 2500 años más tarde en la China de nuestros días.


Platón, que Zeus y Atenea me perdonen, cantará como un ruiseñor en achaque de ontologías y teoria del conocimiento pero cuando aborda cuestiones políticas y sociales desafina como una vaca. La república y Las leyes son una sarta de majaderías y de ocurrencias sanchopancescas donde el autor vierte toda su enciclopédica ignorancia de los asuntos públicos y su minucioso desconocimiento de la naturaleza humana. Es imposible olvidar la justificación farisaica de la esclavitud, de la eugenesia forzosa o ese pasaje sensacional donde el rey-filósofo, en nombre de su autoridad académica y de sus inmarcesibles cualidades morales, se arroga el monopolio de la mentira y el derecho a comportarse como un rufián. Habría que esperar al realismo neocon o paleocon de su discípulo Aristóteles para vestir mejor todo esto y en todo caso abrir paso al Renacimiento para verlo expuesto con todo desparpajo en la descarnada confesión de un príncipe italiano. El ejercicio del poder sin escrúpulos, digo sin complejos.

Con estos hilvanes y antecedentes no es extraño que la falsificación de las cifras de una economía goce de una larga tradición. El objetivo aquí no es sólo adecentar la hoja de servicios de los que están al mando sino provocar, retardar o detener determinados efectos que la propia asunción de los datos insufla en los agentes económicos. Es un fenómeno perfectamente conocido que la inflación genera inflación, que las expectativas de inflación generan inflación y que la publicación de datos de inflación puede ser más inflacionaria que la inflación misma. Por tanto, contra la inflación también se lucha negándola.

Si añadimos PIB, gasto, o déficit podemos concluir que la mentira es una variable más. El multiplicador de la mentira puede ser más eficiente (y mucho más barato) que el multiplicador del gasto público como acicate para la demanda. Claro que ¿cuánta verdad y cuánta mentira puede soportar el sistema? Asomarse a la verdad desnuda es como abrir el arca perdida, puede que os haga libres pero os dejará ciegos. Pero la manipulación de las cuentas públicas debiera ser una de las bellas artes. No recuerdo dónde haber leído la confesión de un viejo amante del fútbol que había perdido por completo su afición porque los jugadores ya no sabían jugar con la mano. Naturalmente, no se trata de propinar manotazos a la pelota, manotazos que podría ver cualquiera, incluso el árbitro, el BCE o la oficina de Eurostat. No, se trataba de algo mucho más sutil, una imperceptible caricia con la punta del dedo o un leve empujoncito con el dorso de una mano pegada al cuerpo. Por eso yo, como ese viejo aficionado, ya he perdido todo interés por las estadísticas y cuentas públicas y privadas. En fin, el signo de los tiempos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Nada es lo que era

Nada es sino lo que nos parece. A los que vamos poco a poco teniendo una edad nos parece que hay cosas que cambian para mal.

Siempre me ha gustado holgar las mañanas de los domingos con varios periódicos y disfrutar de su lectura. Hace años, cuando de la ciudad me mudé al campo, leer la prensa suponía perder casi una hora en coche, pero aun así me compensaba el esfuerzo por el placer que me reportaba.

Puede que sea la crisis, puede que los años, puede que la justificación de la pereza, pero el caso es que he decidido dejar de comprar periódicos en papel. Cada vez más son una ventana a la impudicia (por ejemplo con el terremoto de Haití), un corta y pega de comunicados de prensa, un desarrollo de intereses corporativos, un mero soporte de publicidad adornada de consejo. Se lo han ganado a pulso: adiós.

La pena es que con este gesto, si se multiplicara lo suficiente, perderíamos todos. La libertad necesita de la información, que nunca es gratuita: si sólo la pagan los vendedores les favorecerá a ellos; si sólo los compradores, a nosotros. A mí ya no me compensa el esfuerzo por un par de artículos interesantes, que vengan otros a sustituir mi apoyo incondicional durante años. El caso es que periódicos como “El País” o “El Mundo” hace meses que decidieron en su miopía suprimir las secciones infantiles que interesaban a mis hijos. Ellos ya no preguntan por el periódico, sólo piden Clan TV. Que vengan otros para comprarlos, pero no sé quiénes ni de dónde.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Pornocuras y pederastas de Cristo

A lo largo de los siglos han sido numerosos los casos en que algunos príncipes de la Iglesia se han visto envueltos en sórdidos asuntillos eróticos. Así, poco o nada sorprenden ya episodios recientes, como el de un Caballero de su Santidad y un cantor de la capilla Giulia dedicados a la prostitución masculina o que un curilla rural de Toledo ofreciera por Internet sus servicios sexuales a cambio de una módica cantidad de dinero. Hace mucho tiempo que, como consecuencia de comportamientos semejantes, la sabiduría popular acuñó refranes alusivos: “Nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre”.
La literatura culta también ha recogido en numerosas ocasiones los pecadillos a los que se entrega el clero. Desde el medieval Libro del arcipreste de Hita, pasando por el Lazarillo de Tormes, hasta las obras más próximas a nuestros días de Galdós (Tormento), de Clarín (La Regenta) o de Valle-Inclán (Divinas palabras), por citar textos señeros, sirven para ilustrar las debilidades de los curas. Se podrá aducir en buena lógica que tales ejemplos no son reales y pertenecen al ámbito de la literatura. Cierto; pero, teniendo en cuenta la vocación realista de nuestras letras desde sus albores hasta hoy, se podría argumentar que estos no son más que reflejos de una realidad social persistente. Mas, si se desean referencias históricas, bastaría recordar la depravación incestuosa del Papa Alejandro VI en las postrimerías del siglo XV o el escándalo que provocó en Martín Lutero, durante una visita a Roma, comprobar que en la ciudad de las siete colinas existieran burdeles exclusivos para sacerdotes.
Aún así, teniendo en cuenta la dilatada historia criminal de la Iglesia, las prácticas amatorias de los discípulos de Cristo son meras anecdotillas, sólo útiles para amenizar tertulias o sonrojar a algún columnista del ABC. Siempre choca, sin embargo, que quienes se permiten predicar la rectitud moral y hacen alarde de celibato incurran tan a menudo en los usos que ellos mismos condenan. También resulta curioso cómo, fruto de los tiempos, pese a pertenecer a una organización anacrónica, el cura libidinoso sabe valerse de los adelantos modernos. Es el caso del apuesto párroco del toledano municipio de Noez, sirviéndose de Internet para publicitar sus encantos y ofrecer servicios eróticos.
Tratamiento diferente merecen, en cambio, los casos frecuentes de pederastia dados a conocer en los últimos tiempos, que inculpan a un buen número de clérigos católicos estadounidenses, franceses, irlandeses, holandeses, alemanes y australianos. Los abusos sexuales, vejaciones y torturas a los que estos curas pervertidos sometieron a enormes cantidades de niños durante largo tiempo —algunas iniquidades se remontan a los años 30 de la pasada centuria— no son para tomárselos a broma. Máxime si se tiene en cuenta el tiempo que han tardado en hacerse públicos, debido tanto a la complicidad de la curia católica, presta a tapar los escándalos, como a la colaboración criminal de las autoridades políticas.
Estos ministros de la Iglesia convierten en un cruel sarcasmo las palabras de su líder: “dejad que los niños se acerquen a mí”. Quizá por esto el rabino de Nazaret, previendo la incuria, amenazó con el fuego eterno a aquellos que escandalizaran a los niños. Puede que alcanzara a intuir, en un rapto de omnisciencia, la ralea de los futuros pastores de su grey. Seguramente, la consideración de esta amenaza llevara hace poco al arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente del Vaticano ante la ONU, a aportar al asunto un curioso matiz cuando afirmó que no debería hablarse de pedofilia —lo que implicaría la condenación eterna de sus artífices—, sino de efebofilia, practicada por homosexuales atraídos por adolescentes varones de entre 11 y 17 años. Como de los mozos nada dijo el maestro…
Es posible que alguna alma cándida considere que, aunque tarde, el Vaticano ha reaccionado con firmeza y que Ratzinger ha conminado con energía a los obispos irlandeses, por ejemplo, para que condenen el grave pecado masivo cometido durante décadas. Sin embargo, se echa en falta en la amonestación del Santo Padre el reconocimiento del grave delito. Porque los pecados, por abyectos que sean, se redimen mediante el arrepentimiento, la contrición y la penitencia; pero, para reparar un delito, hay que someterse al juicio de los tribunales ordinarios de justicia y se debe cumplir la condena impuesta, así como se hace imprescindible poner los medios para indemnizar a las víctimas. A veces, sin embargo, sucede. La Iglesia católica de Estados Unidos, después de recibir 10.667 denuncias, se animó en 2004 y en 2008 a aceptar en parte los daños causados y pagó indemnizaciones millonarias a una pequeña porción de las víctimas de sus orgías.
Pero lo que resulta evidente en todos los casos es que la doctrina de la Iglesia consiste en mirar para otro lado para ocultar. Un ejemplo significativo de dicha práctica se produjo en el pontificado anterior, durante el papado de Karol Wojtyla. Es el triste caso protagonizado por Marcial Maciel Degollado, sacerdote mexicano fundador en 1940 de los Legionarios de Cristo y del grupo sacerdotal Regnum Christi. Este personaje siniestro surge del vivero de la contrarrevolución cristera que, durante la década de 1930, sufrió México de la mano de grupos reaccionarios de clérigos opuestos al poder civil. Entre ellos destacó el obispo Rafael Guízar, tío de Maciel.
Según ha escrito Alejandro Espinosa en su libro El legionario, “Guízar acogió a su sobrino en su seminario clandestino, pero la buena relación entre ambos duró hasta que el obispo descubrió que el joven Maciel le estaba pervirtiendo su seminario con relaciones sexuales con otros estudiantes. El día en que el obispo murió había tenido una discusión muy fuerte con Maciel”.
La tesis de Espinosa, ex legionario de Cristo y víctima también de abusos sexuales, es que el sobrino envenenó al tío con cianuro, lo que explica que cuando se exhumó diez años después el cadáver del obispo estuviera incorrupto y presentara el cabello enrojecido, al parecer como consecuencia del envenenamiento. Sin embargo, las autoridades judiciales mexicanas prefirieron interpretar el fenómeno como un síntoma de la santidad del finado.
En los años 40, Maciel viajó a Madrid, donde su congregación recién creada fue muy bien acogida por las autoridades y la alta sociedad nacionalcatólica del franquismo. De hecho, los Legionarios fundaron en España la universidad Tomás de Vitoria y cuentan hoy en día con cientos de colegios, así como una amplia lista de seguidores entre los que se encuentran conocidos políticos conservadores de la actualidad.
Pero donde el ambicioso sacerdote mexicano halló su verdadera vocación fue en Roma, al servicio del papa Juan Pablo II, del que fue estrecho colaborador y confesor. Por esta afinidad, cuando los informes sobre escándalos sexuales protagonizados por Maciel abrumaron la mesa del despacho papal, el pontífice prefirió ignorarlos. Es más, conocedor de estas denuncias, Wojtyla no tuvo empacho en declarar, durante una visita a México, que su protegido representaba “una guía eficaz de la juventud”. Pero los testimonios sobre la desviada conducta del confesor del Papa se sucedían para acusarle de numerosos abusos sexuales sobre sus acólitos, de adicción a la morfina y de haber engendrado hasta seis hijos con distintas mujeres.
El cardenal Ratzinger, a la sazón prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el Santo Oficio de la Inquisición puesto al día) tampoco hizo gran cosa contra Maciel; la vox populi tardó mucho en hacerse vox dei. Hasta que Ratzinger no fue proclamado Papa, no emprendió acciones contra el protegido de su antecesor. En 2006 el anciano fundador del Reino de Cristo fue apartado de Roma y se le conminó a llevar en México una vida apartada de oración y penitencia, alejado de cualquier ministerio público. Demasiado poco castigo para documentadas acusaciones de abusos sexuales en varios países.
Maciel murió nonagenario en 2008 y desde entonces los escándalos no han cesado. Sus hijos, ya adultos, han emprendido acciones legales para que se les reconozcan sus derechos legítimos. Aunque no todos: una de las hijas del fecundo sacerdote, Norma Hilda, residente en Madrid, ha pactado silencio a cambio de una pensión vitalicia. Significativamente, quien selló el acuerdo y se encargó de que la hija clandestina aceptara quedarse calladita fue el mismísimo secretario de Estado vaticano, el cardenal Tarsicio Bertone, durante una visita semioficial a España. Por el dinero, la Iglesia no debía preocuparse; el vil metal nunca fue un problema para los irónicamente llamados Millonarios de Cristo.
Inevitablemente, tras sucintas recapitulaciones como esta, caben muchas formas de interpretación. A mí se me ocurren algunas preguntas: ¿Con qué autoridad moral se invisten curas y obispos para censurar a la sociedad civil, incluso a los que no profesan su doctrina? ¿Cómo se permiten excomulgar, vetar obras o acusar de graves pecados quienes así se conducen? Y, en el caso de nuestro país: ¿A qué se espera para derogar los Concordatos firmados con la multinacional vaticana que tanto condicionan la vida pública española, comprometen la teórica separación Iglesia-Estado y conculcan el precepto constitucional sobre libertad de cultos?
De todas formas, con todas las salvedades que se quiera, la Iglesia habrá de reconocer que una parte significativa de sus ministros son una jauría de enfermos desesperados. Ante dicha situación, a la Iglesia actual se le ofrecen dos opciones: asumir esta perversión de su ministerio, en tal caso yo les propondría que nombraran obispo —de Mondoñedo, por ejemplo— al Rafita; o bien que intenten corregir sus desviaciones, para lo cual sería útil que la Santa Sede estableciera contacto comercial con alguna empresa de sexshop, con el fin de que les fabriquen monaguillos hinchables de plástico. Repartidos entre los misacantanos junto al devocionario y el rosario, como un kit de supervivencia sacerdotal , mitigarían inflamadas urgencias. Los acosados feligreses se lo agradecerán.

martes, 2 de marzo de 2010

Contra la muerte

Contra la muerte,
los mares de la infancia,
tus piernas recién bañadas
como pájaros y fuentes.

Contra la muerte,
la música y las voces,
resonando como soles
en los cielos de noviembre.

Contra la muerte,
todos los viajes de ida,
blancas alma y camisa
como mañanas nacientes.

Contra la muerte,
los jardines en domingo
y beber con los amigos
en los bares de siempre.

Contra la muerte,
la palabra y el poema,
todas las obras completas
encuadernadas en verde.

Contra la muerte
me levanto cada día
y compruebo que respiran
las mujeres y los hombres,
como vivas maldiciones
contra la muerte.

lunes, 1 de marzo de 2010

Fly me to the moon

Antes de que, en el contexto de la Guerra Fría, el presidente Kennedy y el camarada Kruschov dieran rienda suelta a los excedentes de testosterona de sus respectivos arsenales para dirimir quién tenía los cohetes más largos, nuestro pálido satélite era un lugar que se sabía densamente poblado. A partir del momento en que el hombre pisó la luna —aunque sería mejor decir desde el momento en que Stanley Kubrick filmó para la televisión su película más vista—, simplones astrónomos y astronautas prosaicos han querido convertir un fértil vivero de la imaginación humana en yermo polvoriento, del que no fueron capaces de extraer más que una exigua colección de roquitas. Singular contienda esta, tantas veces librada, en la que la razón usurpa el trono del mito, para después erigir la no menos mítica satrapía del logos.
Mas no debe olvidarse que anteriores expediciones resultaron sumamente fructíferas, como la realizada por Julio Verne y reflejada en su relato De la tierra a la luna, en el que, por cierto, se inspira el Viaje a la Luna de Georges Méliès, película que nos dejó, cual indeleble icono, la prosopopeya del rostro lunar animado con la entrañable ingenuidad de cualquier dibujito infantil.
Sin embargo, debemos a Luciano de Samósata la más minuciosa narración sobre los hábitos y costumbres de los selenitas, criaturas que permanecieron invisibles para la miope exploración del siglo XX; probablemente porque sus populosas ciudades se asientan en el lado oscuro de la luna.
En sus Relatos verídicos, Luciano —tal vez deberíamos llamarle ya Luniano— refiere con lujo de detalles la idiosincrasia de la nutrida población lunera, con la que convivió amigablemente durante una larga temporada, llegando incluso a participar en sus frecuentes guerras contra los heliotas, altivos habitantes del sol.
Entre los rasgos de mayor rareza y curiosidad destacados por el conferenciante de Samósata aparece el hecho de que los selenitas no nacen de mujeres, sino de hombres, sin que exista entre ellos una palabra para designar a la mujer. Todos los habitantes actúan hasta los veinticinco años como esposas y a partir de esa edad, como maridos. Y no quedan embarazados en el vientre, sino en la pantorrilla (gastroknemia en griego: panza de la pierna). A partir de la concepción, comienza a engordar la extremidad inferior; transcurrido el tiempo preceptivo, unos seis meses, dan un corte y extraen el feto muerto, pero lo exponen al viento con la boca abierta y lo hacen vivir.
Más sorprendente resulta el caso de un linaje de hombres que allí existe, los llamados “arbóreos”, que nacen de manera verdaderamente extravagante. Cortan el testículo derecho de un hombre y lo plantan entre el polvo lunar; de él brota un corpulento árbol de carne, semejante a un falo: tiene ramas y hojas y su fruto son las bellotas, del tamaño de un codo; cuando están ya maduras, las recolectan y extraen de su interior a los hombres. Curiosamente, sus partes pudendas son artificiales. Algunos las tienen de marfil, pero los pobres las usan de madera, y con ellas se unen y fecundan a su pareja.
Tras la vejez, el hombre no muere, sino que, como el humo, se disuelve y convierte en aire.
Especial extrañeza despiertan en el cronista los hábitos alimenticios de los selenitas. El menú es para todos el mismo: encienden fuego y asan ranas sobre el rescoldo —pues las ranas son muy abundantes allí, y vuelan—; una vez asadas, se sientan en círculo, como en torno a una mesa, aspiran el humo que asciende y se dan el festín. La bebida consiste para ellos en aire exprimido en copa, destilando un líquido como el rocío. No orinan ni defecan, ni poseen siquiera el orificio anal en el lugar que nosotros; ni tampoco los jóvenes ofrecen para el amor sus traseros, sino las corvas sobre la pantorrilla, pues en este lugar tienen el orificio.
Se considera hermoso en la luna al hombre calvo y pelón; los melenudos en cambio son despreciados. Aún así consideran hermosos a los cometas por su cabellera. Otro detalle: lucen barbas que crecen tímidamente sobre sus rodillas, y carecen de uñas en los pies, pues todos son solípedos. Sobre las nalgas de cada uno brota una col de gran tamaño, a guisa de cola, siempre exuberante, sin ajarse cuando caen de espaldas.
De sus narices fluye una miel muy agria y, cuando trabajan o hacen ejercicio, sudan leche por todo su cuerpo, lo que les permite elaborar queso, extendiendo sobre este una capa de miel. De las cebollas lunares, muy apreciadas, elaboran un aceite denso y aromático, como perfume.
Cultivan enormes extensiones de viñas para la producción de agua, pues los granos de los racimos son como el granizo. También sorprende al viajero observador —el que sabe mirar, claro, y ha superado la mera curiosidad geológica—- que estas criaturas empleen sus vientres como alforjas, colocando en ellos los objetos de uso corriente, pues pueden abrirlos y cerrarlos. No parecen albergar intestinos en ellos: tan solo una espesa cabellera interior, lo que les permite resguardar a los recién nacidos cuando hace frío.
La vestimenta de los selenitas opulentos es de vidrio maleable, y la de los pobres de hilado de bronce, pues abunda el bronce en aquellas regiones y lo trabajan reblandeciéndolo con agua, como la lana.
Por último, Luciano expone la peculiaridad de los ojos, pues los lunitas o luneños poseen ojos desmontables, y quien lo desea puede quitárselos y guardarlos hasta que necesite ver. Muchos, al perder los propios, los piden prestados a otros y ven. Los ricos suelen atesorar muchos en reserva. Tienen por orejas hojas de plátano, excepto los hombres-bellota; únicamente ellos las tienen de madera.
Si los exploradores que emprendieron las misiones de la NASA se hubieran esforzado en recorrer el paisaje lunar con la atención que merece, en vez de dedicarse a construir frasecitas para la Historia, a dar paseos en automóvil o a jugar al golf, tal vez todavía hoy conservaríamos un amplio reservorio para la casi extinguida imaginación, impidiendo así que los creadores actuales se vieran obligados a emigrar a la lunas remotas de Naboo o a los vastos bosques de Pandora.

domingo, 21 de febrero de 2010

Green eyes



La tarde era tan triste como Catherine Deneuve marchándose de tu vida para siempre o mejor la tarde estaba triste como Carole Bouquet marchándose de tu vida para siempre o mejor la tarde estaba tan triste como Catherine Deneuve y Carole Bouquet marchándose de tu vida para siempre las dos y sin ni siquiera haberte conocido también o mejor tampoco las dos. No eran las dos, sino las seis de una tarde de verano con los ojos en letargo y este ánimo en desorden que intentas organizar mentalmente gracias a un perfecto o mejor absoluto desconocimiento del cine francés, hecho que aun así no impide que intuyas o mejor que sepas que si Carole o Catherine hubieran llegado a conocerte habrían pronunciado y rubricado con esa sonrisa tan francesamente encantadora un inevitable casi a medias susurrado je t’adore, escuchado por ti sin pestañear, imperturbable, consciente merecedor de adorables devociones.


Esa mañana había sido vivida con la desorientación pastosa de todas las resacas a la espera del momento adecuado para preparar un suero reparador, la única bebida posible en esos días en los que no es posible ampararse en bebida alguna después de una noche de alcohol y de desagüe. Completamente oxidado yo y afortunadamente inoxidable la coctelera, era el momento del memento: recordar concordancias de licores y de zumos, sumar dulzuras y burbujas como brújulas de estómagos y almas en naufragio. Abrir la nevera, verificar la sequedad del hielo para terciar con él un vaso High Ball, depositar en la coctelera una parte de ginebra inglesa, media parte de zumo de limón y una cucharada imprescindible de azúcar, agitar agridulce la mezcla hasta sentir en la mano el oceáno polar ártico. Un respiro y un vertido: la inversión propiciatoria sobre los hielos del vaso y el relleno casi pleno con agua de Seltz.


Cuando entró en el local desde el que volvías a mirar a Catherine Bouquet alejándose de tu vida para siempre supiste que se llamaba Isabel. Bella ocupó un taburete contiguo al tuyo, huyendo pensaste quizás de un otro amor qué ganas de llorar en esta tarde gris completamente high bolero tango . Sus ojos no me miraron, pero en el espejo frente a la barra yo decidí mirarla y mimarla sin que ella lo supiera . Ojos verdes que también vio Santiago, barman querido de mis beberes, ojos verdes como la albahaca y caderas de verde limón. Ni mímica hizo falta para que Santiago supiera , mientras ella encendía un cigarrillo rubio, que sus manos perfiladas pedían a grifos un vaso Collins en el que con tres partes de zumo de naranja, una de Curaçao azul y una de vodka, convenientemente agitadas con hielo y son de maraca triste, surgió el prodigio de su mirada esmeralda. Bebió a tragos cortos y se marchó displicente de nuestra vida para siempre. Nunca supimos que se llamara Isabel.

¿Es esta mi madre?

La tradición filosófica occidental (si queda algún lector después de estas primeras palabras, que siga leyendo hasta el final) casi siempre se ha ocupado del ‘ser’. En estos tiempos donde se valoran tanto en televisión las tetas grandes, hablar de ontología no llega a ser una humorada, se queda simplemente en tontería.

Si han visto la película “El hijo de la novia” de Juan José Campanella, protagonizada por Ricardo Darín, o han tenido la desgracia de ver próximo el declive mental de una persona cercana, sabrán lo importante que es el ‘ser’. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿esta persona que no me reconoce es mi madre?, ¿esta persona que me rechaza es mi madre?, ¿esta persona terca en la negación es mi madre? Uno se queda con la idea de la mujer que te llevaba de la mano al colegio, o hablaba con el cura cuando te castigaba. También era la madre con la que hablabas mientras desenvainabas guisantes para la cena o te cuidaba cuando estabas enfermo. Nadie más hubiera asumido con tanto celo esas tareas.

Sin embargo ahora esa misma madre pudiera ser intercambiada por cualquier otra, que el resultado sería el mismo. Es un cuerpo que albergó la persona que te cuidó y te quiso, pero ahora su ser es otro, una sombra en la caverna.

Aunque no he hecho ninguna pregunta, tampoco tengo respuestas para esto, sólo las culturales (el amparo) y las egoístas (quid pro quo), lejos de esas razones que tan bien combinan la razón con la belleza.

(Del dietario de LugarFundamental.)

martes, 9 de febrero de 2010

Últimas revelaciones del Club Underbridge.

Siempre que oigo hablar del club Bilderberg y del libro de Daniel Estulin, recuerdo una célebre boutade de Unamuno: “Es un libro tan deleznable que ni siquiera lo he leído”. Yo tampoco he leído La verdadera historia del club Bilderberg (2006) ni Los protocolos de los sabios de Sión (1903) ni La conjura de la francmasoneria contra la religión católica y los soberanos (1792) ni el Apocalipsis de San Juan. Tampoco la famosa biografía sobre Robespierre que se publicó después de la restauración borbónica en Francia, donde el lector descubre, con horror y a la vez con alivio, que el pequeño Maximiliano tuvo una infancia desdichada en la que su principal distracción era decapitar pájaros. Estos libros aterradores, analgésicos y sensacionales se venden como rosquillas. Estulin ha vendido, sólo en España, 150.000 rosquillas. La fórmula, milenaria e invariable, combina siempre en diversas dosis tres elementos irresistibles: La impostura, el secreto y la manipulación.

Se ofrecen visiones torturadas que se remontan al Jardín de las Delicias del Bosco y a los bestiarios medievales: Banqueros ultraliberales criptocomunistas; Benedicto XVI como maestro de la gran logia de Roma con el sublime grado 33. No importa la falta de consistencia del cuadro, la incoherencia infumable de las etopeyas, al contrario. Todos parecen algo y son otra cosa, generalmente su contraria. Un bebé babeante y humedecido es el Anticristo. Un inmenso campo de amapolas agitando las oriflamas de sus pétalos como un primero de mayo en la Plaza Roja, una ominosa avanzadilla alienígena.

Nótese que aquí lo relevante no es el mensaje sino la ausencia de mensaje, su vaguedad o su carácter cifrado y enigmático. Divinas palabras. Un fructífero vacío que podemos llenar descargando el saco de nuestros recelos, fantasmas y aprehensiones. Si las reuniones de este club contaran con taquígrafos para recoger las deliberaciones de estos señores, causarían tanta sensación y se leerían con tanta avidez como las actas del Congreso Iberoamericano de entomología tropical.

Y siempre la mano negra. Si viene un nublado y luego no llueve sobre los trigales sedientos de Soria, ha sido una avioneta fletada por la C.A. de Aragón para dispersar las nubes. ¿Os creíais que los jóvenes de los 60 descubrieron a Los Beatles? ¡Ah…, cenutrios! Los Rolling, los Beatles, Woodstock y los 40 Principales son las metáforas de un lavado de cerebro devastador. Nos los implantaron. Todo está manipulado. Este punto es muy poderoso y está profundamente arraigado en nuestra conciencia. Hacemos una operación. Si el mercado se mueve a nuestro favor, es porque sabemos leer los signos y conocemos sus leyes sutiles. Conclusión: el capitalismo es maravilloso y si no existiera, habría que inventarlo. Si ocurre lo contrario, el sistema está podrido. Han sido los templarios del Plunge Protection Team, el vencimiento o las ventas a corto. El mercado es matrix. Las bolsas, una mafia. ¿Pero acaso la manipulación no existe? Que si existe… La manipulación es tan antigua como la mano. ¿Quién se resiste a empujar por todos lo medios y con todas sus fuerzas para llevar el agua a su molino? Unos tienen las manos más grandes que otros, pero cada uno hace lo que puede. En los mercados, en el trabajo, en el amor y la familia, y no digamos en la política, la manipulación es un hecho. También es un hecho que sólo la denunciamos cuando estamos en la oposición. Después de todo, vivimos en un mundo secularizado que ya no puede atribuir las mercedes que recibe a la providencia divina, pero que no puede evitar adjudicar los reveses que sufre a una voluntad externa, egoísta y diabólica.

El conspiranoico es tradicionalista, crédulo y sobre todo, comodón. Él nunca tiene que probar nada. La onerosa carga de la prueba recae sobre los escépticos ¡Que le demuestren a él que el 11-S no lo montó el Mosad, la Cia y un consejero delegado de British Petroleum! Por más honesta que parezca, la mujer del César nunca podrá probar que jamás ha sido infiel. Como es metafísicamente imposible demostrar que no ha ocurrido algo que ha podido ocurrir, se abre ante nosotros un mundo policromado y delirante de posibilidades insospechadas y maquiavélicas.

Pero el libro que yo echo de menos y nadie escribe es Presente y futuro del club Underbridge. Como su nombre indica, los integrantes del club Underbridge no se reúnen en hoteles de cinco estrellas sino bajo los puentes. Su influencia individual es nula pero su número va en aumento constante y sólo en España ya cuenta oficialmente con medio millón de nuevos miembros. Desde hace siglos, los arquitectos del universo han subestimado la capacidad del club Underbridge para irrumpir en la Historia y han despertado de su sueño cayéndose de la cama por cualquiera de sus dos lados. En realidad, sólo es necesario que alcance una masa crítica con un grado de desesperación crítico. Pero no hay problema. El Instituto Tavistock ya tiene un protocolo para neutralizarlos con un implante de barretina, Messi y Chiquilicuatre. Mientras tanto, Estulin sigue dándole a la carraca y buscando los móviles inconfensables de una crisis de laboratorio. Con lo fácil que es cortar por lo sano con la najava de Hanlon: No lo atribuyas a la malicia si la estupidez basta para explicarlo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Nuevos versos de Otsumi Mikawa

Hace casi una década, Ediciones La Rivoli dio a la luz un librito analógico, impreso sobre papel al viejo estilo de Gutenberg, en el que bajo el título Jardín interior se recogían por primera vez en castellano un centenar de jaikus de la poetisa japonesa Otsumi Mikawa. Aquellos versos fueron cuidadosamente recopilados, fielmente traducidos y primorosamente vertidos a nuestro idioma por el profesor D. Fernando Rayo.
Pese a la conmovedora belleza que exhalaba su lectura, la obra ha pasado inadvertida para la crítica literaria. Muchas pueden ser las razones de tan ominoso silencio, pero la principal se debe sin duda al hecho de que todo poeta nuevo, de verdadera e insólita novedad, precisa a su vez de una nueva especie de analistas. Dicho de otra forma: la auténtica poesía engendra necesariamente su propio lenguaje crítico, genera una obra crítica de valor condigno.
Si se acepta esta premisa, cabría inferir que la ausencia de valoraciones a lo largo de los dos últimos lustros sobre Jardín interior es un ejemplo elocuente del jibarismo que medra en nuestro Parnaso. Porque lo cierto es que la poesía de Mikawa ha creado un espacio en nuestras letras al que sería inútil acercarse con los herrumbrosos pertrechos de la filología al uso. Quienes intenten agrupar su lírica en conjuntos generacionales o medirla con el rasero de un discurso tan vacuo como reiterativo se condenan a no entenderla. La incompatibilidad de su lenguaje con el comentario de los reseñadores oficiales no puede ser más tajante.
Desde esta perspectiva, el mutismo con que se han acogido los versos de la autora japonesa es un elogio, a tenor de cómo se ha desarrollado durante los últimos veinte años la lírica en España, baldío en el que la grama prospera con la etiqueta manida de poesía de la experiencia, bajo la que se cobijan poetas cuyos versos harían sonrojar a cualquier lector sensible. Si entre los bardos actuales, agavillados por el segador de turno, hay algunos poetas, la mayoría de ellos no lo son: su lenguaje, meramente instrumental, no ha pasado por la indispensable alquitara que lo destile y transmute en un verbo radicalmente distinto. La ejemplaridad de Mikawa estriba precisamente en su busca señera de ese raro verbo, en la decantación de una palabra-materia que aspira a la palabra total, en la condensación del don que se sitúa entre el silencio y la locuacidad.
Resulta sumamente aguijador seguir paso a paso, estrofa a estrofa, la construcción del mundo poético de esta singular mujer. Cada una de sus estaciones o lances crea un ámbito de reflexión e impone al lector la aventura de adentrarse en una terra incognita en la que deberá acampar con levedad y sigilo, para examinarla con detenimiento.
Durante uno de mis frecuentes vagabundeos por la red tropecé por casualidad con nuevos jaikus de Otsumi Mikawa que tal vez pasaran inadvertidos años atrás al profesor Rayo o que quizá quedaron retenidos en su exigente cedazo. Los encontré en una página web francesa, traducidos por un tal Mato Masaaki, y me pareció oportuna la idea de recopilarlos para los curiosos lectores de La Rivoli. Modestamente, me he limitado a acomodarlos a nuestra lengua, intentando respetar la rigurosa disciplina de las diecisiete sílabas.


Tal vez la rosa
en su alba de rocío
contenga el mundo.



Sobre la helada
sola brizna de hierba
un triunfo verde.





Ese nubarrón
oculta la luz nueva
cesa la verdad.





Fin del recreo
basura de los niños
festín de aves.





Regato en sombra
en el claro esmeralda
nada la carpa.





En el ocaso
las alas de las grullas
incandescentes.





Gregal furtivo
helada voz de muerte
en los jardines.





Al pie de un árbol
rígido verde limón
verderón muerto.





En la flor blanca
mata la mantis, mata
belleza, muerte.





El verde nuevo
los brotes del granado
sombra y tesoros.





Vientos de marzo
las hojas del narciso
tan encorvadas.





Flauta de mirlo
rumores de arroyo
tarde perfecta.





¡Pobre granado!
en el desnudo invierno
sueña rubíes.





Comienza marzo
mientras gime la flauta
ronda de grullas.





En la pradera
como gotas de olvido
las orquídeas.





Descansa allí
en la sombra de la encina
la felicidad.





Albaricoque
el último, habitado
día en ayunas.





Aunque la riego
con el agua de lluvia
gardenia sin flor.





Dando saltitos
por la baranda el gorrión
su arroz reclama.





Viento alegre
las hojas del hibisco
deshidratadas.





Mi arroz comparto
con una gran familia
de gorriones.





Un arcoiris
en lo alto de la tarde
de abejarucos.





En las antenas
nostalgia del verano
abejarucos.





Como el lirio
amarlo casi todo
no amar nada.

(a Yasunari Kamabata)





Ulula el viento
el jardín yace yerto
ladran los perros.





Poeta mirlo
puntual cada tarde
hace un poema.





Una hoja sola
en la rama del árbol
sólo una idea.





Canta el ruiseñor
el bosque se hace un líquido
dulce en la fronda.





Canta la curruca
en tan breve garganta
canto tan hondo.





Tempranos brotes
apenas rotos, muertos
tardía helada.





El cielo rojo
entierro del amigo
la sierra azul.





Ropa tendida
el grito del halcón
rasga los cielos.





El mundo quizá
apenas sea sólo
la idea del mundo.

                                                              RICARDO      ...