martes, 29 de junio de 2010

Nuevas noticias sobre Machaquito de Hamburgo

A raíz de la interesante nota de Montenegro sobre la misteriosa y tantálica figura de Machaquito de Hamburgo, inicié algunas pesquisas que, lejos de aportar luz, ensombrecen aún más la escurridiza biografía de este singular matador de toros. No me resisto, sin embargo, a compartir mis “hallazgos” con los curiosos lectores de La Rivoli.
En 1937, Teágenes Sierra Salcedo, a la sazón crítico taurino del Mercurio de Aguascalientes, publicó su célebre libro de memorias Desde la barrera, donde da cuenta de las múltiples experiencias acumuladas durante más de tres décadas de dedicación a los toros como aficionado y periodista en todas las plazas de México. En el capítulo IV, dedicado íntegramente a Juan Belmonte, se refiere en varias ocasiones a un matador de toros conocido como el Rubio que, “aunque llegado desde España, no era gachupín y, en honor a su apodo, lucía un pelo amarillo como el oro del Rhin”. Poco se entretiene don Teágenes en el toreo del Rubio: “buen capoteador y templado con la muleta, estropeó muchas tardes por su torpe manejo del estoque”. En 1925, el cronista dice encontrarlo por casualidad en Querétaro: “de casa en casa vendía paños y bordados, para mantenerse mientras se recuperaba de una cornada”. Este detalle, con ser poco, ilustra el escaso éxito del matador en las plazas mexicanas. Más curiosa resulta la evocación de una fiesta en Ciudad de México para agasajar a Juan Belmonte después de una tarde memorable en la Monumental. El diestro de Triana acudió a la cita en compañía del Rubio y, en palabras de Sierra, ambos protagonizaron el acontecimiento de la velada:
“Hacia la media noche, cuando ya se había trasegado generosamente el tequila, el malicioso Ramiro Monje, por entonces subsecretario del ministro de la Gobernación, retó a los toreros españoles al juego de la ruleta rusa, para que demostraran su gallardía fuera del ruedo. El propio Monje inició el lance: vació el tambor de su revólver sobre una mesa, cogió un cartucho, lo introdujo de nuevo en el tambor y lo hizo girar. Ante el estupor de los invitados se colocó el cañón en la sien y, sin perder la sonrisa bobalicona que le adornaba, miró a Belmonte y disparó. Los presentes suspiraron con alivio al oír el sonido metálico del perrillo y no la detonación temida. Después, Monje hizo girar de nuevo el tambor y le ofreció el revólver a Belmonte, quien lo rechazó por preferir usar el suyo, que siempre llevaba encima. Serio, el matador repitió la operación ante el espeso silencio de la sala, respiró hondo y disparó con idéntico resultado. Cuando llegó el turno del Rubio, aceptó el revólver de Monje, tomó otro cartucho de la mesa y, dirigiéndose al retador, dijo:
—Subamos la apuesta, señor, ¿le parece doble o nada?
Alojó el segundo cartucho en el seno diametralmente opuesto al que ya estaba relleno, montó el arma y con serenidad temeraria apretó el gatillo sin parpadear. Tampoco hubo disparo.
Atónito, el público aplaudió con entusiasmo y emocionado gritaba: “torero, torero”.
Ramiro Monje, a quien tocaba responder, levantó solemne su copa y brindó con deportividad:
—Viva España y vivan los toreros valientes.
— ¡Y que viva México! —añadió el Rubio.”

¿Sería el Rubio de este episodio Machaquito de Hamburgo? Resulta imposible asegurarlo a la luz de estos datos. Sin embargo, otros indicios avalarían dicha hipótesis. Según el Almanaque ilustrado de “El Siglo”, correspondiente al año 1922, Machaquito de Hamburgo debutó en una corrida con caballos en la plaza del Puerto de Santa María el 26 de agosto del citado año. El segundo novillo lo brindó a la cantaora Dolores Fuertes, la Poncia, de quien se dice que Lorca tomó prestado el nombre para el homónimo personaje de La casa de Bernarda Alba. Al parecer, la faena del brindis no pasó de aseada, pero bien pudo proporcionar otros réditos: no es difícil imaginar un romance entre el apuesto novillero teutón y la tonadillera, como se desprende de la coplilla que la hizo famosa:

El morenito, madre,
está loquito por mí;
yo prefiero al rubito,
el rubio me hace tilín.


Como se sabe, cuando dejó los tablaos, la cantaora se retiró a Carmona donde abrió una fonda que le permitió vivir con holgura. También triunfó la Poncia en el negocio de la hostelería gracias a la buena maña que se daba en los fogones. Sus guisos alcanzaron cierto renombre entre los viajantes de comercio, sobre todo los filetes rusos encebollados o en salsa de tomate, vianda por aquel entonces exótica. De hecho, el gentilicio de los filetes, como ocurre con la ensaladilla, era a comienzos del siglo XX sinónimo de "raro" o "extraño". Estas conocidas tortas de carne picada, aderezadas y fritas, son las mismas que en los Estados Unidos de América se popularizaron en aquel tiempo con el nombre de hamburguesas. ¿Puede ser esto fruto de la casualidad?

                                                              RICARDO      ...