domingo, 21 de febrero de 2010

¿Es esta mi madre?

La tradición filosófica occidental (si queda algún lector después de estas primeras palabras, que siga leyendo hasta el final) casi siempre se ha ocupado del ‘ser’. En estos tiempos donde se valoran tanto en televisión las tetas grandes, hablar de ontología no llega a ser una humorada, se queda simplemente en tontería.

Si han visto la película “El hijo de la novia” de Juan José Campanella, protagonizada por Ricardo Darín, o han tenido la desgracia de ver próximo el declive mental de una persona cercana, sabrán lo importante que es el ‘ser’. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿esta persona que no me reconoce es mi madre?, ¿esta persona que me rechaza es mi madre?, ¿esta persona terca en la negación es mi madre? Uno se queda con la idea de la mujer que te llevaba de la mano al colegio, o hablaba con el cura cuando te castigaba. También era la madre con la que hablabas mientras desenvainabas guisantes para la cena o te cuidaba cuando estabas enfermo. Nadie más hubiera asumido con tanto celo esas tareas.

Sin embargo ahora esa misma madre pudiera ser intercambiada por cualquier otra, que el resultado sería el mismo. Es un cuerpo que albergó la persona que te cuidó y te quiso, pero ahora su ser es otro, una sombra en la caverna.

Aunque no he hecho ninguna pregunta, tampoco tengo respuestas para esto, sólo las culturales (el amparo) y las egoístas (quid pro quo), lejos de esas razones que tan bien combinan la razón con la belleza.

(Del dietario de LugarFundamental.)

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