miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ficción y realidad


La realidad a menudo nos sobrepasa y resulta casi siempre ininteligible, de ahí nuestra irrenunciable propensión al mito. La ficción, en cambio, posee con frecuencia más verosimilitud que la propia realidad. Ya lo proclamó el reciente premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, en su imprescindible colección de ensayos La verdad de las mentiras. Si bien, el autor peruano tiene a veces problemas para sortear las mentiras de la realidad, como se desprende de uno de sus últimos artículos (“Las caras del Tea Party”, El País, 24-10-2010), dedicado a la inclasificable asociación conservadora de moda en los Estados Unidos. Tras denostar como excentricidades ideológicas los postulados en moral religiosa y sexual de este hatajo de republicanos desquiciados, el escritor miraflorino cree saber distinguir lo que tiene el grupo conservador de positivo: el adelgazamiento del Estado en beneficio de la iniciativa privada.

Se trata, una vez más, de una curiosa forma de autoengaño, propiciada por la asidua costumbre de generalizar a partir de uno mismo. No debe creer el suspicaz lector que desde estas páginas se defiende el estatalismo utópico u otras formas de gobierno autoritarias, pero tampoco hay que cegarse con el hecho de que la reducción del Estado en democracias como la norteamericana o las europeas supone simple y llanamente atentar contra una distribución algo más justa de la riqueza en beneficio de los que más tienen.

Con todo, ha de reconocerse que el autor de La ciudad y los perros acierta muchas veces en sus análisis de la realidad a través de la ficción. Tal es el caso, entre los trabajos más recientes, de su magnífica novela La fiesta del Chivo, en la que radiografía minuciosamente la figura del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Es más fácil encontrar entre estas quinientas páginas de narración literaria la esencia de lo que supuso aquella tiranía de tres décadas y la posterior transición seudodemocrática de Balaguer que en los análisis de la historia, por lo común más atentos a la macrorrealidad que a los detalles intrahistóricos.

Sin embargo, en esta forma de buscar la verdad a través de la fantasía, no siempre está fino Vargas Llosa. Documentarse para escribir una novela con la intención de practicar la autopsia de lo real resulta imprescindible. Pero, en la elocución del relato, el acopio documental debe pasar inadvertido en beneficio del simulacro de la vida. Y no es así en su última entrega, El sueño del celta, novela en la que nuestro autor pretende desgranar la vida de Roger Casement, diplomático británico que dedicó denodados esfuerzos a denunciar los excesos de la industria cauchera en el Congo belga y en la región amazónica del Putumayo. Pese a las buenas intenciones del peruano por novelar la aventurera vida de este nacionalista irlandés, que terminó sus días ahorcado por el imperio británico acusado de traición, el relato no supera el catálogo de atrocidades que surge de los informes del propio personaje, no se alcanza en esta ocasión ese momento mágico en que el lector se olvida de su prosaica existencia para trascender a la realidad de la ficción.

Mas no siempre es necesario acudir a la literatura para saborear lo real, pues en no pocas ocasiones la propia realidad se novela sola o, por decirlo de manera sentenciosa, la realidad supera la ficción. Un ejemplo reciente lo encontramos en el largo y apasionado romance que vive Benedicto XVI con su prelado de honor, el sacerdote Georg Gaenswein, conocido en las revistas del corazón italianas como “il bello Giorgio”. Este apuesto cura alemán de peinado desestructurado es novio de Ratzinger desde finales del pasado siglo, cuando el entonces cardenal lo reclamó para trabajar a la verita suya en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Desde ese momento, la carrera de Gaenswein fue fulgurante. Pronto consiguió la cátedra de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia del Opus Dei en Roma, pese a que el adonis con sotana no pertenece a esta conocida prelatura. Durante el 2003, en un diáfano mensaje a los curas pederastas, Ratzinger nombró a su talludito galán asistente personal, puesto que siguió ocupando cuando el viejo inquisidor ascendió en 2005 a la silla de Pedro. Il bello Giorgio, como buen fámulo, se encarga de todo lo relacionado con el pescador de las sandalias de marca: ora filtra la correspondencia del atareado pontífice, ora compone los pliegues de su esclavina, como tuvimos ocasión de comprobar en la reciente visita papal a Santiago y Barcelona. Seguramente también debemos al abnegado amante la elegancia con que su Coqueta Santidad adorna la egregia figura: los singulares tocados, el gracioso calzado de Prada o el níveo tupecillo que desborda con delicada onda el capelo.

Como la de cualquier enamorado, la lealtad de Giorgio hacia su amado está fuera de toda discusión. Así lo demuestra la cerrada defensa que realizó sobre el polémico discurso de Ratzinger en Ratisbona, que produjo contrariedad y repulsa en los sectores islámicos y puso en entredicho el acercamiento del papa germánico a otros credos. Sin embargo, para el novio del Santo Padre, paradójicamente admirador confeso del cantante muladí Cat Stevens, el discurso “fue profético”, y añadió: “en el Islam, cuando está a cargo del Estado y de la sociedad, los derechos humanos son constantemente pateados. Los intentos de islamización de Occidente no pueden ser puestos a un lado”. Si esto no es amor, que venga Dios y lo vea.

En definitiva: ¿queda algún lugar habitable entre la ficción real y la realidad ficticia? Nos tememos que no. Sólo cabe ubicarse con suma cautela en la difícil frontera entre estas dos imposiciones, reconociendo que no todo lo que pasa sucede verdaderamente y no todo sueño resulta inalcanzable. De todas formas, si hay que elegir, siempre resulta preferible Vetusta a Oviedo, Yoknapatawpha a Ciudad Real; antes las calles embarradas de Macondo que el pulido pavimento de la Place Vendôme; las gulas en lugar de las angulas, la burbujeante Fanta mejor que el zumo pulposo de la naranja.






Mishkin dijo...
Este tipo de imputaciones viles y calumniosas contra el sucesor de Pedro serían más sólidas y divertidas con las correspondientes fuentes y fotos. ¿La Fanta mejor que el zumo de naranja? Eso no es ubicarse muy cautamente. Si al menos hubieras dicho mejor el flan de polvos que el casero... Enhorabuena por el artículo.
P.D. ¿Alguien sabe quién ha tirado a la basura el anterior comentario?

1 comentario:

                                                              RICARDO      ...