domingo, 18 de abril de 2010

Diapositivas

Cuando era más joven dedicaba las vacaciones a viajar de mochilero por el estrecho mundo. Llevaba una cámara de fotos e hice varias miles de diapositivas de los lugares por los que fui. Curiosamente nunca tuve proyector.

Ahora, años después, me he encontrado dos cajas llenas de diapositivas que hacía tiempo guardé para nunca más sacar, aunque me he propuesto volverlas a la vida. He comprado un escáner de diapositivas y paciente me he dedicado a la tarea.

No todos los tiempos pasados fueron mejores, al menos para los encuadres: ¿cómo pude hacer esas fotos tan anodinas, cómo esos contraluces? Eso ya no lo puedo cambiar pero ¿por qué me tomo la molestia de escanearlas si la mayoría no merecen la pena? Supongo que porque alguna vez las quise, como Neruda.

La naturaleza está bien dotada. En la vejez llega un momento que sólo nos apetece dormir y que pasen los días sin pena ni gloria. Luego estamos ya cansados de la rutina y de los pequeños o grandes inconvenientes de la edad y de la situación, y entonces ya nos da igual y nos vamos en quince días. Todo esto ocurre después de abrir un armario y encontrarnos una caja de galletas llena de fotos antiguas, de paisajes y personas que ya no están y que pensamos que nos esperan al otro lado. Y a lo peor ni tan siquiera nunca tuvimos cámara.

(Del Dietario de Lugar Fundamental)

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