viernes, 14 de enero de 2011

Escatología vaticana o la purga de Benito 16


No estaba en el ánimo de este corresponsal en el infierno abundar en la crítica de la patulea vaticana (también cansa ser maligno). Sin embargo, dado que la curia no da tregua, me he visto en la necesidad de insistir en la irreverente blasfemia.
Según mis últimos informes, tras la abolición del limbo, con la consecuente desbandada de las almas de los fetos y de los bebés no bautizados, de los tontos y de los locos a los campamentos improvisados en los arrabales celestiales, ahora el Papa ha decidido unilateralmente que el purgatorio no existe como ámbito, no es un lugar del espacio, sino “un fuego interno que purifica el alma del pecado”. Algo así como una úlcera de estómago que las almas podrían aliviar con Almax. Pero tal abolición no es baladí. Se renuncia de forma caprichosa a una tradición, al tiempo que cesa un vasto territorio, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus quejumbrosos lamentos, con sus monarcas y sus ríos, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica.
De forma frívola y arbitraria, sin asomo de temblor en el flequillo, lo proclamó Ratzinger el pasado 12 de enero en la audiencia de los miércoles, cuya catequesis dedicó a la figura de santa Catalina de Génova (1447-1510), conocida por su visión del concurrido lugar de redención. “El purgatorio -afirmó el pontífice- no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno. Es el fuego que purifica las almas en el camino (sic.) de la plena unión con Dios”. Al tiempo añadió sin rubor -un hombre tan mayor y tan leído- que santa Catalina no parte del más allá para contar los tormentos del purgatorio e indicar después la senda de la purificación o la conversión, sino que parte de la “experiencia interior del hombre en su viaje hacia la eternidad”. Pero una atenta lectura del Tratado del purgatorio de la susodicha santa permite observar que también para ella este se representa como un enclave: “una dulce pendiente que asciende por un cerro donde hay muchas cruces. De cada una de estas cruces, cuelga, clavado de pies y manos el cuerpo de un ser humano”.
Es más, en una de sus múltiples amenazas, el propio Jesús se refiere al purgatorio con una clara referencia espacial: “Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo". (Lucas 12,58-59). ¿Qué está pasando pues? ¿A quién representa el trasero que ocupa la silla de Pedro?
Con todo, lo más grave de las insensatas palabras del Santo Padre es la desconsideración que muestran hacia el prolijo trabajo del gran Dante Alighieri, a quien, como se sabe, debemos la más minuciosa descripción del purgatorio. Según el poeta medieval (seguimos refiriéndonos a Dante), el purgatorio se emplaza en el hemisferio austral de nuestro planeta, por aquel entonces anegado totalmente por las borrascosas aguas de los océanos. De estos mares emerge una gran torre, como una tarta de siete pisos, erigida con la tierra obtenida de la excavación de la sima del infierno. La puerta del purgatorio está custodiada por un ángel con una espada de fuego, que parece tener vida propia, claro antecedente de la espada láser de los caballeros Jedi. Dicho pórtico está precedido por tres jardines: el primero de mármol blanco, el segundo de una piedra oscura que la intuición geológica de Dante no adivina, y el tercero y último de pórfido rojo. El purgatorio, como ya se ha dicho, se divide en siete cornisas, donde las almas expían sus pecados para purificarse antes de entrar al paraíso. Al contrario del infierno, donde los pecados se agravan a medida que se avanza en los círculos, en el purgatorio la base de la montaña, es decir la primera cornisa, alberga a quienes padecen las culpas más graves, mientras que en la cumbre, cerca ya del Edén, se encuentran los pecadores menos culpables. Su distribución es la siguiente: la primera cornisa la pueblan los soberbios; la segunda, los envidiosos; la tercera, los iracundos; la cuarta, los perezosos; la quinta, los avaros y los pródigos; la sexta, los golosos; y la séptima, los lujuriosos. Finalmente, tras una cortina de fuego, se llega a una escalera que acerca a dos ríos precursores del paraíso: el Lete, donde al bañarse las almas olvidan los pecados, y el Eunoe, cuyas aguas devuelven la memoria del bien realizado.
¿Puede esta compleja arquitectura derrumbarse mediante una irresponsable licencia de la imaginación en una simple catequesis de los miércoles?

5 comentarios:

  1. No hay que preocuparse. El Papa, situado en la primera cornisa dantesca, no admite otro purgatorio que no sea el que representa su propio Vaticano. Todas las cornisas están en él. Habría que aplicar pías lavativas de chispeante Perrier a cada uno de los mercaderes ensotanados que mancillan el Templo para apagar el fuego atroz que les devora.

    ResponderEliminar
  2. Es que ahora todo es virtual. El purgatorio, el dinero, la deuda bancaria o soberana (nunca la propia), la masturbación, el patriotismo... La sede de Pedro se tambalea. Excelente artículo.

    ResponderEliminar
  3. Joder con la iglesia y el papa que se gastan. No hay otro diana donde el arpón intelectual se clave. No quiero aquí abrir un cisma en sus mercedes pero vagar por los nueves con lo que esta cayendo es baladí
    Pero si pretendo que meterse con la iglesia , sea cuál sea su pensamiento, fe o comedura de taro. Es una perdida de tiempo ya sean las letras bellas o las frases denote música. La lucha armada de la letra debe estar en atizar para que las mentes, saturas de bazofia hasta las trancas, habrán sus esporas al aire no contaminado
    Quizás esta fuera de foro

    ResponderEliminar
  4. Sería una pérdida de tiempo, si no fuera porque la Iglesia nos cuesta miles de millones; sería una pérdida de tiempo, si no fuera porque los curas imponen sus dogmas infantiles; sería una pérdida de tiempo, si no fuera porque sus estúpidos ritos regulan el tiempo; sería una pérdida de tiempo, si no condicionaran las leyes civiles con sus apriorismos e imposturas; sería una pérdida de tiempo, si no fornicaran con nuestros niños; sería una pérdida de tiempo, si por su moral pacata no impidieran erradicar epidemias; sería una pérdida de tiempo, si no sacaran provecho del miedo y del sufrimiento; sería una pérdida de tiempo, si fueran como cacarean una Iglesia de los pobres en vez de cómplices de las tiranías. Si no fuera por eso, efectivamente sería una pérdida de tiempo.

    ResponderEliminar
  5. Por no hablar de que han edificado su Iglesia sobre las cenizas de seculares hogueras.

    ResponderEliminar

                                                              RICARDO      ...