martes, 11 de enero de 2011

Cristianofobia



El Papa, una vez más, tiene razón. El tradicional discurso de Su Santidad ante los representantes del cuerpo diplomático en la Santa Sede ha puesto de manifiesto una contundente denuncia ante el oprobio que todos vivimos en los últimos tiempos. Con la serena y valiente oratoria que le caracteriza, el Santo Padre sostiene que la Iglesia “no puede guardar silencio ante otra amenaza a la libertad religiosa de las familias” donde “se impone la educación en cursos de educación sexual o cívica que transmiten concepciones de la persona y de la vida presuntamente neutras, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la recta razón”.
Un ejemplo nítido de la falta de orientación sexual sana y de la citada antropología invertida, unidas al relativismo moral que impera en la sociedad moderna, se pudo comprobar en el verano de 2009 cuando Paris Hilton, tras salir un par de noches con Cristiano Ronaldo, se despachó, sin duda movida por despecho, con unas infamantes declaraciones al tabloide inglés Daly Star, en las que afirmaba que a ella le gustan los hombres machos y veía a Cristiano como un real afeminado. Y añadió, cual ramera babilónica: “Pensaba que se reirían de mí si salía con un hombre que se pone flores en el pelo".
Algunos malintencionados o culés (en este contexto viene a ser lo mismo) querrán ver en el apoyo pontificio al cristiano una afinidad blanca, alentada por el hecho de que B16 y CR7 defiendan los mismos colores. Nada más lejos de la realidad (matritense). A poco objetivo que se sea habrá de reconocerse la confabulación de los poderes fácticos contra Ronaldo. ¿Cómo se explica si no que en las votaciones de la FIFA y del rotativo de deportes France football para otorgar la Pilota d’Or, el gran Cristiano haya obtenido 146 puntos frente a los 853 sumados por el menudo Messi? Menos mal que no han tenido la desfachatez de otorgar el esférico galardón al de Fuentealbilla o, peor aún, al medio centro catalán Xavi Hernández, pese a haber ganado ambos el Mundial. Es verdad que en 2006 se le concedió el premio a un central como Cannavaro con el argumento mundialista, pero ¿acaso Xavi es neofascista como el italiano? No. Pues eso.
En su profundo discurso, el Papa situó en el mismo contexto cristianofóbico las medidas que toman los gobiernos democráticos. Definió además como una “manifestación de la marginación de la religión, y, en particular, del cristianismo”, el hecho de “suprimir de la vida pública fiestas y símbolos religiosos en nombre del respeto a aquellos que pertenecen a otras religiones y de los que no creen” en Dios. Al actuar así, dijo, “numerosas naciones” no solo limitan “el derecho de los creyentes a la expresión pública de su fe”, sino que también “cortan las raíces culturales que alimentan la identidad profunda y la cohesión social”.
Afortunadamente, mientras los jabalíes hozan la viña blanca, grandes hombres como Florentino de las Altas Torres o el propio Benedicto XVI velan por la recta razón, investidos como abnegados cruzados por el albo fulgor de la cristiandad. No todo estará perdido si se deja a los niños en estas sabias y santas manos: en lo futbolístico, la cantera de Valdebebas servirá para formar grandes jugadores traspasables -no como en la Masía- ; en lo tocante a la moral, ¿dónde aprenderá mejor un chaval los valores cristianos y la verdadera sexualidad sino junto a un sacerdote? Basten de colofón las piadosas palabras del obispo de Roma: “animo a acompañar la plena tutela de la libertad religiosa con programas que, desde la escuela primaria y en el cuadro de la enseñanza religiosa, eduque en el respeto a todos los hermanos de la Humanidad”.

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