Te espero en la taberna el alma abierta:
la luz y claridad del compañero;
hoy inunda el cinc de azul y enero
tanto sol que hiere a tumba puerta.
Me bebo tu recuerdo todo entero
y el vaso a cada paso me despierta
la sed que sólo sacia amarga y cierta
la memoria que a tragos yo requiero.
Con tu memoria a veces sobrevivo
a asaltos del presente y del futuro;
y del pasado y el verso que concibo
sólo queda el poso frío y duro
de saberte tan ahí ya nunca vivo
tan amigo, tan azul, tan alto y puro.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTambién hay algo de arrogancia en esconderse al final de febrero, para que el lector deba rebuscar tus hermosísimos endecasílabos, escasos y brillantes como gemas. Si algo se debe censurar -¿no pensarías irte de rositas?-, es el último adjetivo, deudor de la rima; sin embargo, no soy capaz de encontrar otro mejor. Siempre es un placer leerte, en prosa o en verso, a primeros de julio o a finales de febrero.
ResponderEliminarEmocionante.
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