martes, 15 de marzo de 2011

Un día perfecto

A Víctor, amigo de mi hijo,
que tiene el don de la alegría cansada.
Aquel amanecer de enero de 1600, el cielo estaba duro y rojo en el Campo de las flores, la muerte acechaba famélica y una oscura música quería subir del río cercano. Apenas nacido el día, a Giordano Bruno le esperaba el fuego de la hoguera igual que a otros la fiera luz del desprecio. Por lo demás, la vida y la ignominia no eran especiales.
Mientras el carro que le conduce a la plaza chirría por las callejuelas, y los insultos brillan en la frialdad del aire, unos chiquillos se aproximan y le escupen. "¡Dios, qué hermosa era la vida en Nola cuando yo era niño, y me perdía por la calidez de sus campos, cuando, tumbado sobre la tierra rojiza, la sentía como un lienzo infinito, la dulzura de dejarme envolver por el sueño!" Alguna vez, se vislumbró como estaba ahora, al despertarle de anochecida una enloquecida bandada de pájaros que se perdían en un revuelo de llamas por el horizonte.
"Sí, lo vio bien aquel buen filósofo de Alejandría, como es arriba es abajo, y cada cosa es todas las demás, el sol todas las estrellas, y cada estrella todas las estrellas y el sol. La saliva inocente de estos niños me salva del veneno que la instiga, y es de la misma naturaleza que mis lágrimas. ¿Por qué alimenta la misma sangre el ultraje y el llanto?"
Gira el carro en la última calle, y le deslumbra el rumor lejano de un mercado, su olor denso como el cansancio. No puede refrenar una queja cuando la placa de retractación ("Abiuro", se lee en el metal oxidado) le acuchilla el cielo de la boca. "¡Señor, por qué el dolor me hace pensar en la nieve como si fuera un recuerdo! Yo que tanto practiqué las artes de la memoria siento que un sol negro va quemando todas las imágenes de las tierras que he visitado. Viví perseguido por la tormenta, y el exilio es mi casa perpetua."
Unos giros más y el carro desemboca en la plaza. Un presentimiento de ceniza espanta a los pájaros que picotean los desperdicios de frutas y flores. Su lengua recoge una brizna de sangre que tiñe sus labios. De tanto padecer miedo, se murieron su hijos tristes y solitarios.
La pira fulge en el centro de la plaza, bulle la muchedumbre en círculo, y esbirros y verdugos cumplen sus rituales de muerte. Estalla el silencio, y resuenan las acusaciones contra su garganta exangüe.Va a ser sacrificado por sus muchos errores y abominaciones, por ser enemigo de la fe y la Iglesia. Él, que había naufragado en los heroicos furores del conocimiento, humilde "excitador de las almas dormitantes", es incapaz de sentir su alma velada por las columnas de humo que le asedian. Alguien le acerca un crucifijo y piensa o sueña que lo rechaza. Tampoco le parecen reales las palabras que rompen la siniestra calma: "Vosotros tenéis más miedo de dictarme la sentencia que yo de recibirla". Sombras silenciosas son los pensamientos, y quizá la penumbra hermosa de una mujer rasgó su última mirada.
Cuatro siglos más tarde, el universo probablemente es infinito, y su dolor vive ya sin esperanza. La sombría efigie de Bruno sigue ardiendo en la indiferencia, se adivinan sus ojos de bronce bajo la capucha, ensimismados en un libro como si fuese una herida. Un pájaro ventea la brisa maloliente del Tíber, y otra mujer pasa corriendo y mira las artificiales rosas amarillas, tal vez soñando que algún día podamos encontrar a la vida.

6 comentarios:

  1. Ya estaba preocupado por el largo silencio, pero ha merecido la pena. ¡Qué postmodernos somos, coño! Estoy contigo y con Plotino: tu prosa es todas las prosas y cada prosa todas las prosas y la tuya. Leerte, un sincero placer.

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  3. Muy hermoso, Yepes. Espero que a Víctor, desde su alegría cansada, le inspire nuevas melodías metafísicas.

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  4. ¡Hola! Soy Víctor, el de la alegría cansada y también el protagonista de la estrambótica aventura de los loros. Os felicito por este pequeño rincón cultural en un mundo tan lleno de "Belenes Esteban" y "Grandes Hermanos".

    Un saludo.

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  5. Por un momento he creído regresar al Campo dei Fiori para emocionarme otra vez recordando el asesinato y martirio de Bruno y tu pasión por el personaje. Tu devoción por el autor de "La cena de las cenizas" merecía este hermoso y elocuente homenaje. Recuerdo que Bruno sostuvo, en pleno siglo XVI y entre otras herejías, que las estrellas eran otros soles más distantes que podrían también tener planetas. Pasmoso ejemplo de genialidad y anticipación. Pero la puta de Babilonia no perdona.
    Fuerte abrazo.

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  6. Brindo contigo, Yepes, con el clarotinto vino de la melancolía por la memoria de Bruno y contra quienes hoy siguen dictando sentencia desde los púlpitos podridos. Gracias, Yepes.

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                                                              RICARDO      ...