viernes, 23 de septiembre de 2011

La hora de los valientes.

La cuestión del momento no es que los neutrinos sean más rápidos que la luz sino que la autoridad económica sea más lenta que una tortuga reumática. La fatal insuficiencia financiera se nos echa encima sin remisión y los llamados a conjurarla se limitan a seguir alargando la mecha en este hora crítica que debería ser la hora de los valientes. La crisis, cuatro años después, vuelve a su epicentro, a la banca y su dudosa solvencia.

La banca tiene en su pasivo todo nuestro dinero, exigible más o menos al momento y sin embargo comprometido en inversiones de todo pelo con vencimientos lejanos: El principal (no se olvide que es nuestro dinero, no el del banco) será devuelto en años, lustros, décadas o quizá nunca. Es natural que el Estado, llamado a regular tan peligroso juego, haya establecido un capital propio simbólico, unas reservas insignificantes, un fondo de garantía diseñado para hacer frente a una quiebra puntual de una entidad mediana y una supervisión arcangélica. Fin. También es natural que los bancos se fusionen, crezcan, se hipertrofien y que los depositantes se conviertan en rehenes, los estados en prisioneros y el supervisor en supervisado. En realidad todo banco es metafísicamente insolvente puesto que no puede hacer frente a una retirada masiva de depósitos. Ahora bien, esa retirada masiva sólo se producirá si el banco es oficial u oficiosamente insolvente. Por tanto la solvencia es un estado de espíritu. Un banco es solvente mientras se confíe en su solvencia. Esto recuerda peligrosamente aquella gregería de Ramón: La felicidad consiste en ser un desgraciado y creerse feliz. Seguro que este fin de semana se nos ocurre algo para seguir creyéndonos felices, al menos mientras nuestros policy makers se olviden del crecimiento, del empleo, de la estabilidad de precios y zarandajas por el estilo y sigan trabajando sin descanso para que ningún gran banco quiebre, que es precisamente lo que tiene que ocurrir para empezar a pensar en una verdadera salida de la crisis.

2 comentarios:

  1. Cuánto celebro que, por fin, hayas salido de tu mutismo. Empezaba a estar verdaderamente preocupado; sobre todo porque he llegado a creer que "La Rivoli" era una entelequia de mi deteriorado cerebro senil.
    En relación a tu breve nota económica, me preguntaba yo hace poco qué motivará a las autoridades económicas (Banco Mundial, FMI, gobiernos líderes...) para perseverar tan suicidamente en sus errores neoliberales, como la estabilidad presupuestaria, receta tan peregrina en los tiempos que corren. En los países europeos antes del euro, una tormenta como la actual se habría capeado con depreciaciones monetarias, emitiendo moneda y, por supuesto, con la inversión pública a costa del déficit, para crear empleo. Pero claro, si eso ocurriera, aumenteraría la inflación. Como consecuencia las economías empezarían a crecer, se reduciría el paro...,pero también disminuirían las rentas de capital y las grandes fortunas obtenidas mediante la especulación financiera se verían sensiblemente mermadas. ¿Por qué arriesgarse a semejantes pérdidas si sigue siendo rentable comprar deuda soberana? Esto lo entiende cualquiera, pero lo que no se comprende tan bien es que los líderes políticos velen por los intereses de las grandes fortunas y no por los de sus electores? ¿O acaso no son los electores quienes los eligen? Vuelve aquí uno de mis temas favoritos: el simulacro de la realidad.

    Negro Black*

    *Como ves, "La Rivoli" sigue sin reconocer en los comentarios mi nombre de usuario.

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  2. Curioso, como acostumbra, el comentario de Negro Black. Ergo, no solo los bancos son metafísicamente insolventes (o solventes, tanto da); todos lo somos, el universo es metafísicamente insolvente. Por cierto es falso que los neutrinos sean más rápidos que la luz. Los neutrinos, como su propio nombre indica, son ventajistas y discurren por ignotos microatajos del espacio-tiempo. La plusmarca universal de velocidad sigue perteneciendo a los fotones. Einstein no se equivocó, simplemente desconocemos la estructura del mundo.

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                                                              RICARDO      ...