jueves, 8 de septiembre de 2011

El proveedor de realidades Óscar Mishkin

En 1949, la calle Monturiol de Figueras lo vio nacer; en la pila de Sant Pere recibió el nombre de Óscar Davin Brell, que proclama la ascendencia judía. Su lengua materna fue el catalán ampurdanés. Cuando abandonó la casa familiar para estudiar lenguas clásicas en Barcelona comprendió que el idioma de sus mayores degeneraba en el sur, por lo que, en un gesto radical que lo define, decidió, por respeto, no volver a hablarlo más allá del puro círculo íntimo. Completó su formación en París con estudios de Física y de Economía. En 1969 defendió en la Sorbona su tesis doctoral sobre las ideas económicas de Sébastien Le Preste, Señor de Vauban; al año siguiente publicó una síntesis —Fortalezas estrelladas e impuesto único— con el seudónimo de Óscar Mishkin. Varias biografías han especulado sobre la rúbrica que ya nunca abandonó: la Enciclopedia Británica lo considera un préstamo del príncipe Lev Nicolayevich Mishkin, conocido protagonista de El idiota, de Dostoievsky; más apropiado parece que derive del economista norteamericano Frederic Stanley (Rick) Mishkin, por cuyas teorías económicas profesa especial admiración nuestro autor.
Pese a su sentido hiperestésico de lo real, en 1982 advirtió, con una especie de temor parecido a ratos al pánico y a ratos a la felicidad, que los problemas metafísicos estaban organizándose en él, y que la solución —o una solución— era casi inminente. Dejó entonces de leer, dedicó sus mañanas y sus noches a la vigilia y se empeñó en construir en el sótano de su casa un barco de vela. Había cumplido treinta y tres años: la edad, según los cabalistas, del primer hombre cuando lo formaron del barro. De la experiencia del bricolage náutico surgió Navegaciones y regresos, una refutación de las ideas metafísicas desde Aristóteles hasta Heidegger.
Aunque frecuenta la amistad de literatos, Óscar Mishkin no ha dedicado una sola línea a la ficción; nunca su pluma trazó un verso. Suele argumentar que bastante excesiva se muestra la realidad, como para duplicarla con espejos verbales. Aún así, en 1992 exploró los metódicos laberintos de la crítica literaria en el ensayo El “Machaquito” de Pellegrini, obra fundamental para entender las claves de la vasta e imprescindible novela de su amigo Luigi S. Pellegrini.
La obra de Mishkin rebasa ya los veinte volúmenes y comprende empresas ingentes como la documentada Historia universal de la estulticia, un estudio le los tantálicos verbos en el indoeuropeo y varias monografías sobre el pensamiento económico de John Maynard Keynes, Joan Robinson, Milton Friedman y John Kenneth Galbraith, entre otros. Con todo, en este monumental trabajo de proporciones megabíblicas, destaca sobremanera el ensayo Presente y futuro del club Underbridge. Se trata de un lúcido análisis de ese sector de la humanidad que la retórica histórica ha denominado de manera sucesiva como esclavos, siervos, parias, mujiks, proletarios, descamisados…, y que conforman el mayor grupo de hombres del planeta. Con fórmulas impecables, Mishkin establece los coeficientes de masa crítica y de desesperación crítica necesarios en este sector de población para engendrar cambios sociales. Sus controvertidas teorías han sido objeto de duros ataques e incluso ridiculizadas. Él siempre se ha defendido con la afilada navaja de Robert J. Hamlon: “Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”.
Actualmente, Óscar Mishkin vive retirado con su mujer y sus hijos en algún pueblo del Ampurdán. Acérrimo aficionado al ciclismo, es fácil imaginarlo fatigando cuestas y repechos en las tardes malva de su tierra; quién sabe si fabricando a mano una carabela.

1 comentario:

  1. Le ruego me permita que formule algunas precisiones a esa semblanza, por otra parte documentada y elocuente, del amigo Mishkin. Mishkin sí cultivó la ficción. En primer lugar, podría afirmarse que no ha hecho otra cosa en su vida que cultivarla. Ahora bien, si hablamos de narrativa, nuestro hombre es el autor de un libro de relatos que vio la luz en Junio de 1986 con el título de "Diez vidas al tablero". Como sabrá, Mishkin es también un notable ajedrecista en cuyas partidas se puede rastrear el fogonazo divino de la fantasía táctica y el brillo helado de la estrategia. Su creatividad en la teoría de las aperturas ha brindado importantes novedades al mundo de las 64 casillas: la subvariante Grapindachvili-Mishkin de la variante del Dragón de la Defensa Siciliana y el gambito Garbí, popularmente conocido como "gambito Cachiporra". Rivadaneyra imprimió una edición de corta tirada de "Diez vidas al tablero", un puñado de relatos que vertebra y unifica la pasión por el noble juego, en una obra que fue saludada por la crítica especializada como las Geórgicas de la literatura cerebral, lo que no impidió que el propio Mishkin la repudiara años más tarde con verdadera saña, hasta el punto de recuperar todos los ejemplares de los que tenía noticia y arrojarlos sin ningún miramiento a las brasas. Esperando que estas precisiones sean de su interés, atentamente:
    Roque Suyo

    ResponderEliminar

                                                              RICARDO      ...