Cómo me gustaba tirarme a La
Piscina cuando aún quedaba agua
entrar sin ser notado
en salpicadura mínima de plata
y tan tesos mis miembros afinados
penetrar la linfa cristalina con la
discrección de un cartujo que ingresa
en su cenobio de paz y de puntillas
gozar del burbujeo voluptuoso que
ssssse extingue y
extingue lentamente y verde y azul
pero ahora frío fuego
el tesorero promete en las chabolas
pax perpetua con labios de plomo
como un Hitler de marquetería digo de
márquetin o explicado a los niños.
Ahora
mirando al sur deploro al horizonte
el vuelo gallináceo del sol invernal
y detesto mi odio.
Nievo.
miércoles, 13 de enero de 2010
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