miércoles, 6 de enero de 2010

400 años de autoayuda.



En mi infancia las largas tardes invernales se sobrellevaban mejor con los Juegos Reunidos y con Google. Sí, sí…, con Barney Google y con Snuffy Smith, más conocido entre nosotros como Tapón López. Tapón proyectaba una mirada ácida, a veces corrosiva, sobre eso que llaman en mi tierra la vida de pagés, un pagés intrínsecamente yanqui, estereotipo del hillbilly, el tipo de las colinas miserable y endeudado, falto de recursos y sobrado de hijos, ignorante y borrachín. Tapón no es precisamente un emprendedor. Se pasea por las viñetas arrastrando los pies, dormitando junto a una caña de pescar o afanando alguna gallina. Pero ni siquiera Tapón es capaz de sustraerse al tintineo del sueño americano. Un buen día decide que ha llegado la hora de dejar atrás la roña e invierte un par de dólares en un libro que se anuncia en un catálogo de venta por correspondencia: Cómo conseguir un millón de dólares. El libro resulta ser perfectamente sucinto, pero infalible. Opción 1: Hágase amigo de alguien que tenga una fortuna de 2 millones de dólares y pídale la mitad. Opción 2: Preséntese a un concurso de 1 millón de dólares y gánelo. Fin.


No creo que hagan mal a nadie los libros de autoayuda. Bien mirado, no hay libro que no lo sea. La excepción bien pudiera ser Cómo ganar en bolsa, Los genios de la especulación o Psicología del trader, que son autobómbicos, tautológicos y autodestructivos. Tres europeos casi estrictamente contemporáneos, Cervantes, Shakespeare y Montaigne escribieron sin conocerse las novelas, las tragedias y los ensayos de autoayuda más lúcidos y eficientes de la cultura occidental. Van un español, un inglés y un francés y se apuestan unas hojas de laurel a ver quién sostiene en vilo y con una simple pluma todo el peso de la naturaleza humana.

El que quiera un buen libro para conocerse a sí mismo en el trading y fuera de él que se deleite sin prisa pero sin pausa en los Ensayos de Montaigne, en su penetración psicológica, en su audacia sin doctrina y en su incorruptible modernidad. Quizá sólo un francés podía en pleno siglo XVI reírse de Aristóteles y atreverse a escribir que el hombre es un animal que guisa. El gran Orson Wells decía leer a Montaigne como otros leen la Biblia. Abría su Montaigne, leía un par de páginas y aseguraba que no había mayor goce en el mundo. Busco en los Ensayos y encuentro casi casi por azar:
Nuestra estructura, pública y privada, está llena de imperfección. Pero nada es inútil en la naturaleza, ni siquiera la inutilidad misma. Nada que haya sido introducido en este universo carece de su oportuno lugar. Nuestro ser está cimentado en disposiciones malsanas: la ambición, los celos, la envidia, la venganza, la superstición, la desesperanza se alojan en nosotros con un dominio tan natural que incluso en los animales se reconoce su imagen. Véase la crueldad, un vicio tan desnaturalizado: Pues en medio de la compasión, sentimos por dentro no sé qué punzada agridulce de maligna voluptuosidad al ver sufrir a otro.

Suave mari magno turbantibus æquora ventis,
e terra magnum alterius spectare laborem.

(Qué agradable es, cuando los vientos agitan las olas en el inmenso mar, contemplar desde la tierra el terrible sufrimento ajeno).
Si alguien erradicara del hombre las semillas de tales tendencias, destruiría las condiciones fundamentales de nuestra vida.
Ensayos (III,1)
¿Y esto me ayudará a ser un especulador de éxito? No. Esto sólo le ayudará a ser.

3 comentarios:

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  2. Qué descortés por mi parte no haberte comentado ayer, cuando hablamos por teléfono, algo de tu texto. Pero me gusta: ha despertado en mí un viejo recuerdo olvidado, un recuerdo de aquellas píldoras de dibujos animados que siempre sabían a poco. ¡Qué diferencia con los niños de ahora, ahitos de historietas! ¡Qué no habría dado yo por disfrutar horas y horas de dibujos animados!
    Tapón no era de mis preferidos. Había algo triste en aquel personaje salido de la Gran Depresión, tan alejado del american way of life (¿se escribe así?). Yo prefería -que Ferlosio me perdone- al pato Donald. ¡Qué se le va a hacer!
    También admiro a Montaigne, aunque reconozco que no le he leído lo suficiente. Me tientan sus "Ensayos completos", editados el año pasado por Acantilado. Cualquier día invierto los 60 eurazos que valen.
    En cualquier caso, me ha gustado tu artículo. Debes prodigarte más. Ahora he de irme a hacer la comida, pero ya habrá oportunidad para seguir hablando. Enhorabuena por tu blog. Nos vemos. Un abrazo.

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  3. No recuerdo haber hablado por teléfono con nadie que atienda por el Negro Black, aunque tengo cierta idea de a quién te refieres. Oh, Acantilado, yo quiero tenerlos todos... Si Tapón hubiera invertiso los 60 eurazos en Montaigne en vez de los 2 dólares en "Cómo conseguir un millón de dólares" ahora estaría de meritorio en Los Soprano. Gracias, Negro, la enhorabuena a ti por tus magníficas entradas. El blog es vuestro.

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