domingo, 23 de octubre de 2011

Gentuza.

Economistas de fuste, analistas financieros y banqueros indignados empiezan a perder la paciencia con los políticos. Su disgusto se suma al de una población que empieza a estar de vuelta de esta democracia que ya sólo sirve para encumbrar a ineptos, corruptos y patanes. Qué mierda de políticos. El mejor impuesto es el que no se paga y el mejor político, el que goza de un retiro dorado en la butaca de  un consejo de administración o el que ya está muerto. Muertos y bien muertos habían estado hasta ahora, una vez alcanzado el gran objetivo: Que apartaran sus sucias manos del mercado para dedicarse a colocar familia y clientela, disputarse el presupuesto y reglamentar anos, fetos y fosas. La incompetencia y la indignidad de los padres de la patria escandalizan en las altas esferas empresariales y financieras y ya se escucha un clamor, un clamor que nace de la autoridad moral de quienes pueden presumir de tener entre sus filas a banqueros de la integridad de Alfredo Sáez, empresarios de raza como Ruiz Mateos, financieros ejemplares como los Albertos, jueces intachables como Pascual Estevill o industriales filántropos como Félix Millet  (y no ha recorrido mi horror toda la escala social)  y que siempre han sido conscientes de su abrumadora superioridad intelectual y ética sobre cualquier político. Los han tolerado, halagado, financiado porque eran, simplemente, un mal necesario. Pero ahora han descubierto que encima no sirven para nada, que la clase más pasiva de todas es la clase política.  Lo único que se les pide es que se echen a un lado, que no estorben, que no interfieran en el mercado perfecto y eficiente con regulaciones, supervisión, impuestos y normas. Y ahora que, gracias a su pasividad e irrelevancia está a punto de saltar por los aires todo el tinglado, son incapaces de arreglárnoslo. Qué gentuza...

4 comentarios:

  1. Desde luego se entiende tu indignación. Es fácil coincidir en la opinión, tan general como inútil, sobre la incompetencia de la clase política; no solo de la española, sino también de la europea y de la estadounidense.

    Por cierto, resulta curioso que en tu invectiva exoneres a los economistas, complices imprescidibles (algunos de ellos, al menos) en el desaguisado. Solo citaré a tu homónimo Frederic Mishkin (por el que supongo profesas alguna admiración, al tomar su apellido como seudónimo), profesor de economía en la Universidad de Columbia y Gobernador de la Reserva Federal norteamericana cuando se desató la tormenta financiera que aún vivimos. En 2006, esta preclara mente de la política monetaria firmó el bien pagado informe "Estabilidad financiera en Islandia", donde sostuvo que la situación de la banca en el país de Snorri Sturluson era fiable. Cuando Mishkin elaboraba el citado documento, los bancos islandeses habían prestado ya 50.000 millones de dólares (más de cuatro veces el PIB del país). Además, la Autoridad Financiera de Supervisión de la helada y volcánica isla contaba con solo cuarenta personas para controlar todo el volumen de negocio de los bancos isleños; por no hablar de que un tercio de ese personal pasó a trabajar para los propios bancos durante los tiempos de la burbuja.

    No pretendo disculpar a nadie: que cada palo aguante su vela. Pero no creo que un exabrupto breve, rápido, pasional y poco meditado se ajuste a la realidad que vivimos, que no se explica solo en el ámbito nacional, como algunos pretendéis hacer creer; menos aún, si utilizas obscenas alusiones sacadas de la profunda caverna hispánica: los soeces comentarios, totalmente impropios de "La Rivoli", sobre “anos, fetos y fosas” habrían levantado un fervoroso aplauso entre la audiencia de Intereconomía, la Cope y Onda Cero.
    Siempre he creído, ley D'Hont y listas cerradas mediante, que el arco parlamentario de un país democrático como el nuestro, así como la talla humana e intelectual de sus diputados, refleja cierta imagen de la solciedad que los elige. Alguien que piensa que el mejor impuesto es el que no se paga o que el mejor político es el que está muerto también representa algunas actitudes de cierto sector de la sociedad y del Congreso de los diputados. Reflexiona, pues; hay comentarios que ni la indignación justifican.

    De sobra sé que te gusta provocar, ¿pero a quién? Ya nadie nos lee, querido Mishkin, ni siquiera nos sigue Montenegro. Por otra parte, te equivocas si crees que esta apresurada nota justifica el hiato de más de cuatro meses entre esta y tu última colaboración. Si de mí dependiera, hace tiempo que te habría dado el finiquito.
    Un fraternal abrazo.

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  2. Vaya. No hay nada más triste que recordar que existe una figura retórica llamada ironía. Bueno, sí, hay algo más triste, tener que avisar de que uno se dispone a usarla. Es tanto como admitir por adelantado la torpeza del que escribe o la falta de perspicacia del que lee. Como siempre me hago la ilusión de tener lectores avispados, parece claro que no he sabido explicarme. La próxima vez intentaré escribir sólo en las líneas y no entre ellas así que un cuaderno de Rubio no me vendría mal. Después puedo escanearlo y publicarlo en la próxima entrada. Así evitaremos estos pequeños malentendidos.

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  3. Admito de antemano mi falta de perspicacia y, desde luego, no pertenezco a la categoría de lector avispado, pero -sin duda por ello- sigo sin apreciar a cual de las posibles acepciones de ironía te refieres.

    ironía.

    (Del lat. ironīa, y este del gr. εἰρωνεία).


    1. f. Burla fina y disimulada.

    2. f. Tono burlón con que se dice.

    3. f. Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.

    Descartada la primera, alcanzo a lo del tono burlón, pero ¿debo entender también que tu texto usa la conocida figura retórica? ¿Debo interpretar el título como "gente maja"? ¿El mejor impuesto es el que se paga y el mejor político el que está vivo? ¿Los políticos constituyen la clase más activa? ¿Te parecen conquistas sociales las leyes que regulan el matrimonio entre homosexsuales, el aborto y la memoria histórica?
    De ser así, te pido disculpas. Sin embargo, permíteme un comentario: si yo, que te conozco, no he captado el fino ardid, imagínate el que no te conoce de nada. Aunque, como ya dije, el lector extraño, aunque sea romo como yo, no parece un serio problema.
    Siempre tuyo y, pese a todo, con ganas de leerte

    Negro Black

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  4. ¿Acaso crees o crees que creo que Sáenz es un banquero íntegro (valga el oxímoron), que Ruiz Mateos es un empresario ejemplar, que los Albertos son financieros intachables...? La verdad es que este es un debate estéril y un poco deprimente. Yo cuento chistes malos o no sé contarlos o tú no los pillas. O las tres cosas. Bueno, no pasa nada, lo superaremos.

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                                                              RICARDO      ...