jueves, 19 de mayo de 2011

El vientre del arquitecto y el duodeno del aparejador.


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El libro que yo echo de menos y nadie escribe es Presente y futuro del club Underbridge. Como su nombre indica, los integrantes del club Underbridge no se reúnen en hoteles de cinco estrellas sino bajo los puentes. Su influencia individual es nula pero su número va en aumento constante y sólo en España ya cuenta oficialmente con medio millón de nuevos miembros. Desde hace siglos, los arquitectos del universo han subestimado la capacidad del club Underbridge para irrumpir en la Historia y han despertado de su sueño cayéndose de la cama por cualquiera de sus dos lados.
(Mayo de 2009)

8 comentarios:

  1. ¡Qué cierto lo que dices! Fueron ellos los que construyeron la pirámides. No por miedo al látigo del faraón, sino por animosa rivalidad entre las cuadrillas; también tomaron la Bastilla y se amotinaron en el Potenkin; un luminoso abril llenaron las calles de España con tres colores; en Alabama defendieron los derechos civiles; en el Cairo expulsaron hace poco a otro faraón... Son muchos más de medio millón, pero tan humildes que no les gusta alardear. También son buenos poetas, quizá los mejores. Recojo uno de sus últimos versos: "Poco pan para tanto chorizo".

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  2. ¡Qué bueno lo de las cuadrillas! ¿Es una cita o o es otra Negloblackada? Por cierto, vale ya de escurrir el bulto. Tu torvo y largo silencio me encocora.

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  3. Me temo que Negroblackada. En cuanto al silencio... No creo que seas el más adecuado para reprochármelo. Sigo esperando un artículo económico tuyo que justifique por qué se sigue favoreciendo la acumulación de plusvalía de los poderosos y desregulando cada vez más las condiciones de trabajo. ¿Eso aumenta el PIB? ¿La mano invisible creará más empleo? Espero la respuesta de la Escuela de Chicago o, en su defecto, de Rivas.
    En cuanto a mí, a primeros de mes me leerás.

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  4. Pedid y se os dará. La escuela ripense de expectativas irracionales, como bien sabes, hace remontar el verdadero origen de la crisis a la caida del muro de Berlín, la desaparición de la amenaza comunista (muerto el perro se acabó la rabia), la imparable pérdida de la participación de los salarios en el PIB, la sustitución de sueldo por deuda, la irrupción de sindicatos pastueños y apesebrados, y la demolición descontrolada de la clase media, más o menos por ese orden.
    En realidad, querido amigo, el comunismo habrá sido una oscura y larga pesadilla para los países del Este, pero era una bendición para los trabajadores del Oeste.
    La amenaza roja propició la emergencia de una amplia y pujante clase media como el mejor valladar frente a la expansión del tigre. Resultaría naïf atribuir este hecho a un arrebato de filantropía o a un plan maquiavélico urdido por doce plutócratas en la oscuridad de una cripta, en vez de a la propia evolución de las sociedades más dinámicas y abiertas y a la tenaz voluntad de supervivencia de las especies más aptas, sean naturales, políticas o económicas. Ante una amenaza creíble, una inteligente respuesta. La amenaza no era ni imaginaria ni baladí. Los sindicatos tenían un poder palpable y una gran capacidad de movilizar a las masas. En Italia el Partido Comunista era desde la inmediata posguerra la segunda fuerza del país, a muy corta distancia de la Democracia Cristiana (30% de apoyo en las elecciones de 1948). La respuesta no se hizo esperar: reparto de plusvalías vía impuestos y salarios y la cimentación y el desarrollo del estado de bienestar (sanidad, educación y pensiones). Con los inevitables altibajos, Europa occidental entró en la era de la bienaventurada prosperidad, la mejora general de la calidad de vida, el acceso a la formación y al conocimiento, el incremento gradual y sostenible de la riqueza y del consumo con una razonable tasa de ahorro. Crecimiento económico y desarrollo humano. En 1960 las más preciadas joyas de la corona en Europa oriental (RDA y Checoslovaquia) ya no resistían ni la más mínima comparación. Y lo cierto es que el oso ruso, con la significativa salvedad de los años de la Gran Depresión, nunca fue capaz, no ya de aventajar a su rival, sino ni siquiera de mantener el paso. En 1970 el bloque socialista tocó techo. La economía planificada alcanzó su cénit y desde entonces sólo conoció un continuo e inexorable declive. Por entonces ya resultaba imposible vender el mito de la tierra de promisión a quien no lo tuviera ya comprado. En los 80, la economía soviética ya era un diplodocus en vías de extinción, abrumado por el peso del complejo militar y de su industria pesada y con una ineficiencia catastrófica para cubrir siquiera la demanda de bienes de primera necesidad.
    Hoy el mercado es hegemónico y global. Ha derrotado a sus formidables enemigos externos y ya puede empezar a morir de éxito, que nada ni nadie le amenaza, excepto sus latentes y letales contradicciones internas. Carente de cualquier contrapeso, puede enrocarse como su viejo enemigo de ayer, impenetrable, autista y ensimismado. Puede querer ignorar que la actual tormenta perfecta se ha gestado con la conjunción de al menos tres factores endógenos: bajos salarios (en realidad, salarios de subsistencia), crédito barato y fácil y consumo irresponsable y compulsivo... Fukuyama dictaminó en 1992 el fin de la Historia. Quién sabe. Quizá sólo hemos estado dándole cuerda al reloj y ya está todo a punto para empezar de nuevo.

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  5. Me encantan las Negroblackadas....

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  6. Vale. Inapelable, como siempre. Praxis capitalista. Yo -todo ingenuidad, apasionado romántico- creía que sería posible regenerar el sistema, que de la voz de los descamisados nacería un nuevo orden. ¿Quizá sea eso empezar de nuevo? Tu análisis, sin embargo, solo da paso a la autoextinción: darwinismo económico, atroz. Una generación perdida en manos de otra podrida. De vez en cuando, aunque solo fuera por compasión, deberías engañarnos. Un grato placer leerte.

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  7. Qué te pasa hoy, Negro, qué es eso de "vale", "inapelable", esto es impropio de tu espíritu combativo. Esperaba un debate encarnizado entre un rojo jacobino y un social-demócrata de la vieja escuela. Pero quizá tengas razón, el romanticismo del arrabal y la ingenuidad del FMI podría salvarnos.

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  8. Y a todo esto quien será el gilipollas que ha desenchufado el cable de la cámara de la puertalSol?

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                                                              RICARDO      ...