miércoles, 10 de agosto de 2011

Matsuo Basho: Pequeño manuscrito en el morral (I)



Traducción: Fernando Rayo

Edición y prólogo: Negro Black





Prólogo

Doble se me antoja la oportunidad de presentar estos diarios de viaje de Matsuo Basho: de un lado, se pretende ofrecer a los selectos lectores de La Rivoli algunas de las obras más emblemáticas de la lírica universal, por primera vez vertidas al castellano directamente del japonés; por otro, es una forma de rendir un humilde y emocionado homenaje al recientemente desaparecido profesor Fernando Rayo, uno de los más renombrados japonesista de occidente, quien dedicó su vida a estudiar y divulgar la inagotable y rica literatura del país del sol naciente. De su sabia mano salieron, entre otros, documentados y sensibles estudios sobre la obra poética de Basho, Buson o Shiki, y a él debemos también la primicia europea que supuso la traducción de la casi desconocida poetisa japonesa Otsumi Mikawa (Jardín interior, Ediciones La Rivoli, 2001), de quien tuve recientemente el honor de publicar en este blog una treintena de jaikus.
Bien es cierto, como se sabe, que ya existía en nuestro idioma la versión del diario más conocido del poeta de Ueno (Sendas de Oku, México, 1956), realizada por Octavio Paz en colaboración con Eikichi Hayachiya; recientemente han aparecido otras traducciones (Hiperion, 1998 y 2010) de distintos cuadernos de viaje, con deuda demasiado evidente de versiones francesas e inglesas. Esta, pues, que tienes ante tus ojos, es la primera fiel traducción a nuestra lengua de los diarios “menores” de aquel poeta peregrino que fue Matsuo Basho.
Qué decir del depurado estilo de estos apuntes líricos. Sorprende la elegante naturalidad y la sencillez minimalista de sus reflexiones, tan modernas vistas desde nuestra mentalidad; sobre todo si se comparan con ejercicios coetáneos europeos, como la prosa alambicada e involuntariamente humorística de Baltasar Gracián, por ejemplo.
La edición del profesor Rayo viene precedida de un prolijo estudio —que omito, pero recomiendo— sobre la lírica japonesa del siglo XVII. Así mismo, la traducción se acompaña de numerosas notas que aclaran los detalles locales y culturales aludidos en los diarios; diáfanos para el receptor culto del Japón de la época, pero lógicamente velados para el lector occidental contemporáneo. Debido a las limitaciones que impone el formato digital, me he tomado la libertad de incorporar buena parte de las anotaciones en el propio texto, a fin de facilitar su comprensión.
Para evitar la fatiga en la lectura que propicia la pantalla, los textos se administrarán en tres entregas: esta primera, que solo ofrece la reflexión lírica conocida como “La canción del viento otoñal”; la segunda, correspondiente a un periplo de Basho a los cuarenta años de edad: “Notas de viaje de un cráneo”; y, finalmente, el cuaderno que da título al volumen: “Pequeño manuscrito en el morral”.
Solo espero que las obras sean del agrado de los lectores y que se reproduzcan en su ánimo emociones similares a las que yo he experimentado mientras preparaba esta modesta edición.

Madrid, agosto de 2011






LA CANCIÓN DE VIENTO OTOÑAL

Algunos piensan que los jaikus son como hierbas sin raíz, que no florecen y no dan fruto, una suerte de broma balbuceada de vil cultivo. Sin embargo, cierto día, Kikaku, mi fiel sobrino y discípulo, durante un viaje bajo el cielo de Kioto, estrechando lazos de amistad con Mukai Kyorai, fraternal amigo y poeta predilecto, y bebiendo con él sake y té, conversando sobre lo dulce y lo salado, de lo ácido y de lo suave, aprendió rápidamente la levedad y la profundidad del agua del sentimiento y, a la mañana siguiente, ya sabía también que extrayendo poca agua se puede conocer el gusto de cien ríos.
En el otoño de este año (1686), tú, Kyorai, visitaste el templo de Ise en compañía de tu hermana menor. En el Río Blanco, donde sopla el viento otoñal, te entretuviste después recogiendo cañas en la orilla del mar. Me enviaste hasta mi mesita de trabajo, a través de la puerta de hierba de mi cabaña, la descripción de todo aquello que te había conmovido durante el viaje. La primera vez la declamé con emoción. La segunda vez la recité encantado. La tercera vez la leí intuyendo la perfección. Estás verdaderamente avanzado en este sendero y lo has recorrido hasta el fondo. Al este o hacia el oeste, única es la melancolía del viento de otoño.

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