sábado, 28 de enero de 2023

 

                                                           VANE Y JESSY


Las dos chicas acababan de salir del instituto. Ambas iban mirando el móvil mientras cargaban a su espalda una pesada mochila. Sorteaban los charcos que se habían originado por la lluvia de la mañana y, de vez en cuando, reían a carcajadas con las imágenes que aparecían en los smartphones de cada una. A Jessica le hacían mucha gracia las muecas que sus compañeros de clase mostraban en las fotos porque, según decía ella, les asemejaban a los animales mitológicos de Harry Potter, y Vanessa se sentía feliz con los comentarios de su amiga.

Habían hecho un examen de matemáticas a lo largo del día y, como siempre, a Jessy le había salido bien; no así a Vanessa. Las dos asignaturas que arrastraba desde 3º de la E.S.O. le hacían sentirse inferior y manifestar una vergüenza que le impedía relacionarse con su amiga de manera natural y normalizada. Su admiración por la compañera la llevaba al extremo de escribir pequeños poemas en los que reflejaba el entusiasmo que le causaban todos los asuntos que tuvieran que ver con Jessica, y Vane (que así la llamaban los que la conocían) guardaba esos escritos con íntimo fervor. Cada ocurrencia, cada acontecimiento, cada suceso eran para Vanessa objeto de estrechamiento, de conexión, de correspondencia con su querida Jessy, y eso, le hacía olvidar sus fracasos y sus particulares miserias.

JESSICA: “-¿Te vienes a mi casa para hacer los deberes?”

VANESSA: “-No puedo, tía. Tengo que cuidar de mi hermano, que mi madre se va a trabajar”.

JESSICA: “-Pues si quieres voy contigo y hacemos juntas el trabajo de filo”.

VANESSA: “-Vale, porque yo no entiendo muy bien qué es lo que hay que hacer”.

Las dos niñas se dirigieron a la casa mientras Jessy pasaba su brazo por los hombros de Vanessa. Así, juntas, afianzaban su amistad frente a los contratiempos que pudieran presentarse.

-¿Eres tú, Vanessa? Llegas a tiempo para cuidar a tu hermano. ¿No vienes sola?”-, preguntó la madre cuando aparecieron.

VANESSA: “-Sí, mamá. Vengo con la Jessy, que vamos a hacer juntas los deberes”.

MADRE: “-Bueno, pero no dejéis de merendar”.

Las chicas rebuscaron en la nevera y se prepararon unas pizzas, también para el hermano de Vane. Después, se fueron al salón y vaciaron sus mochilas con el fin de ponerse a trabajar.

JESSICA: “-¿Te has enterado de lo de Alex?”

VANESSA: “-No, ¿qué?”

JESSICA: “-Que sale con otra chica. Una de Las Mercedarias, una pija que ya ha estado con varios tíos”.

VANESSA: “-¿Y a ti qué?”

JESSICA: “-Pues que a mí me gusta mucho ese niño y me pone de los nervios que vaya con unas y con otras”.

VANESSA: “-Pero si cuando estuviste tonteando con él decías que era un simple”.

JESSICA: “-Ya, bueno, pero eso lo decía para tenerle más pendiente de mí. A ti te lo puedo contar porque eres mi amiga, pero cuando yo era su novia me puso los cuernos con la Juani y eso no lo podía aguantar. Y subieron las fotos a Instagram”.

VANESSA: “-Yo creo que es mejor que pases de ese tío, no merece la pena preocuparse por tipos como ese”.

A Vanessa no le gustaba que Jessy le refiriera sus asuntos amorosos, notaba que algo se le retorcía en el estómago y, por momentos, la náusea le obligaría a vomitar. Desde que sus padres se separaron, tuvo la impresión de que algo se le rompía por dentro provocando en ella un sentimiento de desamparo difícil de mitigar; sólo la compañía de su amiga era capaz de aliviar la desazón que la embargaba. Por eso no le gustaba que le hablasen de temas del corazón, porque pensaba que detrás de todos ellos existía un cúmulo de mentiras y traición; y si no lo pensaba, sí al menos lo intuía. En su dificultad para concretar con palabras todas sus emociones, prefería quedar callada observando lo que los demás hacían y se atrevían a proferir. Con todo, lo que más le alegraba y calmaba su inquietud era acechar los gestos de Jessica, sus movimientos, su semblanza. Se quedaba embobada con la línea que se dibujaba en sus ojos cuando ésta sonreía y con lo inteligente que era resolviendo todas las situaciones, y con su cuerpo de atleta curtido por el sol y por la natación. Vanessa no se atrevía a confesárselo a sí misma, pero en el fondo de su alma sentía que la amaba.

En realidad, no recordaba haber estado enamorada nunca de ningún chico, únicamente en primaria tuvo un amigo con el que compartía los juegos y se llevaban bien en clase, pero de ahí a que la gustara y sintiera algo por él había un abismo. Sí que la llamaba la atención una niña que se llamaba Juliana, la cual tenía ademanes hombrunos y enfrentadas en el balón prisionero siempre ganaba ella. Los compañeros murmuraban: “-¡Si es que es un chicazo, si es que es un chicazo!”, lo que a Vanessa le ocasionaba franca tristeza no pudiendo evitar que la invadiera cierta ternura hacia la compañera. Con el correr de los años y ya instalada en el instituto, tuvo miedo a ser rechazada debido a su timidez pero fue cuando apareció Jessica, desenvuelta, airosa, despabilada, se sentó junto a Vane desde el inicio del curso y a partir de ahí sellaron los lazos que las hermanaban.

Pero no podía soportar los devaneos que Jessy tenía con los jóvenes de su edad; al ser más lista que muchos de ellos se envanecía y se burlaba sin piedad de sus debilidades, lo que la convertía en una especie de `devorahombres´ inconsciente que hacía presagiar una adolescencia perturbadora. Vanessa sufría estos galanteos sin pronunciar palabra, sollozando por las noches y dejando huella en los pequeños poemas que dedicaba a su amiga. Hasta que llegó Alex. Realmente el chico hizo mella en la osadía de Jessy, la cual se dejó vencer por los encantos que el chaval exhibía y, poco a poco, y debido a los coqueteos que éste mostraba sin pudor hizo que la muchacha cayera rendida a sus pies. Y ahora venía la cantinela continua: que si me ha puesto los cuernos, que si no me hace caso, que si es un golfo, que si va con otras y a mí me hace de menos, era lo que escuchaba Vane en boca de su compañera observando que ésta había perdido cierta mordiente y cierta gracia. Sin embargo, su amor se acrecentaba al verla padecer aquel tormento que ella no había buscado. Quería consolarla, calmar su dolor, amortiguar su pena. Sentía que estaba allí para algo, pero no sabía hacérselo entender. Sus limitaciones convertían a Vanessa en un ser sin recursos para lo que más adoraba, en una chica tonta que sólo sabía mirar y callar, en una burla de sí misma.

Cansada por la rutina del día y no sabiendo qué contestar ante las declaraciones de su amiga, dejó que finalmente ésta le explicase el trabajo de filosofía del que no entendía qué era lo que debían hacer.


                             ESTRELLA DEL MAR CARRILLO BLANCO

                                              28 DE ENERO DE 2023

No hay comentarios:

Publicar un comentario

                                                              RICARDO      ...