martes, 15 de marzo de 2022

                                                                LA MUERTE


                                                                                A mi padre, In memoriam


           Uno no es consciente de la ausencia hasta pasados varios días. Comienza con una dificultad en la respiración y, poco a poco, sin apenas darte cuenta, te invade cierto malestar muy cercano a la náusea. Entonces llegan los recuerdos: esa mirada extraviada en la postrera situación de la cama, la dificultad para darle de comer sin poder evitar el ahogo, la petición de una caricia, la confirmación de que para él eres muy importante...


            Habían transcurrido 9 años desde que se le declaró la enfermedad. Así, se fue deteriorando como un pajarillo en las frías heladas de invierno. Y ya no pudo ir de caza, ni de pesca, que a él le gustaba. Y ya sólo soñaba con un osezno que jugaba en la frondosidad del bosque.


            Él había sido un trabajador de los que vivieron la guerra de chico y, posteriormente, fue de aquellos que se esforzaron por que sus hijos fuesen a la universidad y por que las cosas cambiasen. Ya sabes, pelearon de forma callada y sumisa a través del denuedo diario, de la silenciosa fatiga, del sacrificio anónimo, del esmero en la faena. No se les podía exigir más, lo dieron todo, se dejaron la piel en todo, siendo el precio su propia vida.


          Y ya en los últimos tiempos, disfrutaba en la soledad de su habitación conectando con el Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta a España. ¡Qué entusiasmo con Valverde, con Alberto Contador, con las nuevas generaciones! Aunque sus ídolos de verdad seguían siendo Perico Delgado, Miguel Induráin, el Volcán de Baracaldo... Si hasta fantaseaba inventando una bicicleta que superase su invalidez y le permitiera subir al Puerto de los Leones.


           Pero nada volvió a ser como antes. Ni las tardes en las que arreglaba la escalera con sus piedras redondeadas, ni el cuidado que tenía por sus nietos, ni los días en los que a mí me rescataba al dejarme el coche tirada.


               Ni el flamenco...


             De cuando en cuando, en las reuniones familiares, nos alegraba entonando una copla o se arrancaba por una soleá. Y es que de pequeño escuchaba a los grandes a través de las ondas de radio, lo que le había permitido degustar el cante jondo. Apreciaba, por tanto, el método del maestro Chacón, el purismo de Antonio Mairena, los fandangos de Farina, la hondura de Caracol... El primer vehículo que se pudo comprar, un Citröen 2 caballos de color azul, fue bautizado con el nombre de “La Paquera”, en homenaje a la cantaora de Jerez.

              No sé si aquella vez en la que asistió a un concierto de El Cabrero, con un frío que pelaba, pudo escuchar “El canto de la perdiz” (cante que ensalza al emblemático animal de riqueza cinegética) y disfrutar aunando dos de sus pasiones más queridas. Y si las circunstancias lo hubieran propiciado, si la realidad no nos hubiera atrapado de forma tan canalla, yo le hubiera llevado a ver a Miguel Poveda en la Sala Galileo, con el fin de que manifestase su gusto y su opinión por las nuevas voces y por los nuevos flamencos.


              Al final, no pudo ser. Ni eso ni otras cosas. Pero con su trabajo y con su esfuerzo intentó tejer un entramado de sólidas bases con el que dar sentido a esta incongruencia y a este caos que es la vida. Nos enseñó a no desfallecer, a seguir en la lucha de manera honesta, a perseguir nuestros proyectos perseverando en los mismos. Le vimos sufrir y empatizamos con su sufrimiento, pero admiramos su fortaleza porque con ella nos hizo también fuertes. No quisimos llorar ni gritar. Guardamos simplemente su recuerdo en lo más profundo de nuestra piel, en lo más hondo del pensamiento, en todos los rincones de los ojos.

                                                                             MADRID, 14 DE MARZO DE 2022


                                                                                  Estrella del Mar Carrillo Blanco

3 comentarios:

  1. También se lo dedico a Negro Black por haberse acordado de mí como Bright Star. Un saludo

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  2. Muy bien, Estrella. Sentido y conmovedor homenaje que nos acerca más a todos los que han guiado y acompañado nuestros pasos.

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  3. Emocionantes palabras, Estrella, a las que es fácil adherirse: a nuestra edad, todos hemos pasado ese amargo trance que narras conmovedoramente. En cualquier caso, es un placer recobrarte en estas páginas.

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                                                              RICARDO      ...